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[ AsturCon 2003, La Crónica ]
[ Un polaco de Cadi ]
[ Las mesas de la Asturcon ]
[ Una visitante en la Asturcon ]
por Javier Negrete
Me piden de Cyberdark mis impresiones sobre la Asturcón de este
verano, así que, para ponerlas en claro, me siento a solas.
Porque escribir es un asunto muy solitario. De niño me sentaba
con mi cuaderno en el salón de casa: la televisión a todo trapo, mis hermanos
merodeando, mi madre planchando a medio metro, a veces alguna vecina… Y sin embargo me
sumergía en mis aventuras de romanos y de mundos subterráneos, como si me rodeara una
burbuja de cristal a prueba de balas y ruidos. Como si no hubiera nada más en el
mundo.
Con el tiempo me ha sido más difícil lograr la concentración.
Ahora me encierro en mi despacho, con la única compañía del zumbido del ordenador. A mi
espalda, desde los lomos de los libros, siento la muda mirada de mil títulos y autores.
Pero estoy solo, y me siento solo, y supongo que eso es bueno para un escritor.
Pero, como dijo Yahvé, "no es bueno que el hombre esté solo",
por lo menos siempre. Los escritores escribimos para otras personas. Al menos, en
noventa y nueve de cada cien casos. Si fuera el último hombre vivo en la Tierra, cosa
que espero no suceda, no me dedicaría a escribir. Es mucho más placentero y descansado
leer.
Reuniones como la Asturcón son el atracón de compañía literaria
que me doy antes de encerrarme de nuevo en mi cubil y rumiar alguna novela en soledad.
Más o menos lo que hace el oso antes de retirarse a hibernar a su guarida. Aunque me
refería a alimento espiritual, ahora que lo pienso me ha venido a la cabeza la comida.
¡Cómo no iba a pensar en ella! Una convención en el Norte suele significar comida
abundante. Embaulando empanada, chorizo a la sidra y queso de Cabrales, al calor de un
vino o de una sidra, las conversaciones nacen por sí solas y tienden lazos que luego
darán sus frutos.
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La mayoría de las escenas de esta convención que se me vienen
a la cabeza tienen que ver con mesas o sobremesas. Primero, una mesa cuadrada en el
Tren Negro, de camino a Gijón. Entre el trajín de los pasajeros y las conversaciones,
después de saludar a amigos y colegas, como Rafa, Elia o Juanma, me quedo un rato a
solas con Tim Powers y Sapkowski. Son mayores que yo, más sabios, han vendido más
libros (de momento). Me siento intimidado, pero por poco rato. Son dos tipos con un
gran sentido del humor, y llevan con bastante filosofía eso de que los lleven de un
lugar a otro. Aunque, eso sí, Sapkowski no deja de mirar a su Fanta como el toro miró
a Manolete. Sin duda se pregunta qué pecado habrá cometido para que le den esa
porquería dulzona y no una buena cerveza. (Reina una Ley Seca a bordo del tren; me
imagino que detrás de esa medida se esconde alguna historia.) Conversamos sobre la
presencia del vino y la cerveza en las obras de cada uno, mientras Powers da cuenta de
una Coca Cola, y otra, y otra. Mientras tanto, medito en la relación entre la
literatura y las diversas sustancias psicotrópicas, sobre todo aquellas que son fruto
de la fermentación alcohólica.
(Cuando bajamos en Pola de Lena, Sapkowski desaparece. ¿Dónde
está? Su traductor, Faraldo, un talaverano encantador que ha asentado sus reales en el
frío Este de Europa, sospecha que estará en la cantina, ¡y bingo! Sapkowski sale con
su cervecita bien fría y una sonrisa de felicidad bajo aquel bigote del que tanta
espuma de birra habrá enjugado.)
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Más recuerdos. Una cena informal, todos de pie alrededor de
unas mesas que dibujan un círculo. Me siento como si estuviera a medias en la aldea de
Astérix y a medias en Hobbiton. Pero la comida es asturiana, y no echo de menos el
jabalí. Nos han abducido fuera de la Semana Negra y ahora estamos de lleno en la
Asturcón. Como no hay que quedarse sentados en las sillas, todos podemos hablar con
todos. Es un placer volver a encontrarse con la gente de arriba, con Rudy y Marisa,
con Cuevas y Rendueles. Pero, sobre todo, los nicks de la gente de Cyberdark adquieren
de pronto un rostro, y una voz. Conozco por fin a Nacho, con el que tanto me había
relacionado por e-milio. Vuelvo a ver al propio Cyberdark, y charlo con Trinity, con
Starhawk y Vorkosigan (siempre conviene llevarse bien con la Policía del Pensamiento).
Hablamos de literatura y de fantasía, y un poquito de todo lo demás. Como autor,
siento que mis libros caen en buenas manos. Supongo que a ellas, como lectoras, les
agrada comprobar que tras la biografía de la solapa se esconde un ser de tres
dimensiones. (Aunque, si sigo dándole al Cabrales, voy a empezar a rebosar hacia la
cuarta dimensión.)
Otra cena, bastante accidentada, porque nos hemos reunido un
buen puñado de gente y cuesta encontrar acomodo en un restaurante. Recorremos medio
Gijón y un cuarto del Cantábrico. (Por el camino, Nacho me cuenta sus experiencias como
peregrino a Santiago. Muy apropiado.) Por fin, entramos en un bar, y mientras nos
apretujamos formando una L, Julían Díez le explica a Paco García, mi editor, que en
toda convención hay alguna c*g*d* de ésas. (Recuerdo unas pizzas recauchutadas en
Burjassot que… Otro día os lo cuento.) Sin embargo, cuando llega la comida y la bebida,
nuestras mejillas recobran el color y nuestras lenguas se sueltan, como buenos hobbits.
Al final contamos chistes, con la peculiaridad de que son en inglés para compartirlos
con Sapkowski. ¿Os acordáis del de Jaimito y la redacción sobre "Madre no hay más que
una"? Pues bien: nuestro amigo polaco nos lo cuenta y escenifica en inglés, con tal
soltura como si hubiera nacido en Stratford-on-Avon. Mother, is only one!,
declama, mientras su traductor se lamenta del gran actor que se ha perdido el mundo.
Sí, Sapkowski es un personaje tal que sólo por conocerlo merece la pena asistir a una
convención. Rafa Marín acaba diciéndole: "¡Tío, tú eres de Cádiz!"
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Bueno, al final hay literatura, porque los escritores hablamos
entre nosotros (¿qué porcentaje te llevas?, ¿cómo solucionas las escenas de transición?,
¿te consultan las portadas de tus libros?), con los editores (eso no se cuenta), con los
lectores… Cuando hablamos con los lectores, dejamos que nos ceben el ego, que luego nos
será muy necesario en la soledad de nuestras cavernas. Cyberdarkianos, cuando vayáis a
la Hispacón podéis manifestar vuestras críticas a los escritores, pero siempre envueltas
en muuuchas alabanzas. Que somos muy sensibles. Y muy inseguros. Y necesitamos
sentirnos un poco arropados para escribir.
Supongo que por ese motivo vamos a las convenciones. Y también
porque nos lo dicen nuestras editoriales, pero ésa es otra historia.
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