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Por María Jesús Sánchez
Presentar a una escritora de la categoría humana y profesional
de Elia Barceló es muy difícil. Para mi gusto es nuestra gran desconocida, escondida
tras ese título de “dama de la ciencia ficción española”, que lo único que quiere decir
es que es la única escritora del género con una carrera sólida.
Como los caminos literarios son sólo surcos en el agua, yo
recomendaría a cualquier escritor joven que estudiara cada texto de Elia como un libro
mágico lleno de indicaciones para no perderse. Sin duda, es la voz más personal,
arriesgada, valiente, coherente y sincera que tenemos, y lo digo sin que se entienda
como un desprecio hacia los demás, sino con el deseo de que tenga entre los aficionados
el reconocimiento que se merece fuera de los clichés al uso.
Tiene recién desembarcadas en el mercado dos novelas; una
fantástica, El contrincante, en Minotauro, una novela de terror de la cual nos
habla en esta entrevista; y otra de misterio, Disfraces terribles, en Lengua de
Trapo, que saldrá el próximo otoño. Sólo me queda deciros algo más, y es que desprende una energía de tal intensidad
que sólo hablar con ella te deja encendida para una temporada. Gracias Elia, por tu
amabilidad y por el amor tan grande que le tienes a los libros, contagioso de verdad.
María Jesús Sánchez
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Elia Barceló |
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¿Cansada de que te “confundan” con Miquel Barceló? ¿Cuántas veces te han
preguntado esto?
Miquel Barceló y yo no somos parientes, pero, eso sí, nos une una amistad y una
relación profesional ya larga. Fue él a quien envié mi primer cuento, cuando acababa de
comenzar la publicación de su fanzine Kandama, allá por 1981, y fue él
quien, por así decirlo, me “descubrió”. También fue él quien me propuso editar mi primer
libro, Sagrada, cuando se hizo cargo de la dirección literaria de la colección
Nova. Así que no me molesta nada que nos relacionen, aunque supongo que entre el
fandom actual su nombre tiene más referencias que el mío.
¿Cómo comenzó tu afición a la literatura? ¿Cuándo comenzaste a escribir y qué
te motivó a hacerlo?
Estas cosas no tienen principio auténtico. Mi madre me enseñó a leer a los cuatro
años y me aficioné desde entonces. También hay que decir que vengo de una familia de
lectores compulsivos y que mi casa y la de mis abuelos siempre estuvieron llenas de
libros y a nadie se le ocurrió nunca censurar o controlar mis lecturas. Mi primera
historia la escribí a los doce años y ya era de ciencia ficción.
En cuanto al motivo... supongo que todo se reduce a que siempre me ha gustado
inventar historias y contarlas. Y quizá también a que me gusta sentirme parte de una
tradición antiquísima: es una forma de pagar mi deuda con los escritores que trabajaron
antes de que yo viniera al mundo y que me han dado tanto.
Hay en tu carrera una primera etapa creativa que arranca en 1981 y culmina en
1989 con la publicación de Sagrada, una recopilación de cuentos y novelas cortas.
¿Es una etapa de búsqueda?
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Sagrada |
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Visto desde ahora, quizá sí. Entonces era simplemente algo que me gustaba hacer
cuando tenía tiempo. Cuando se me ocurría una historia que no desaparecía en unos días y
que se empeñaba en volver, antes o después la escribía. También habían empezado a
pedirme relatos en los fanzines de la época y eso me estimulaba a poner por
escrito lo que me daba vueltas por la cabeza. Sagrada se me ocurrió una noche que
estaba de paso en Barcelona. Habíamos salido a cenar con Alejo Cuervo, yo estaba
embarazada de dos o tres meses, el vino de la cena no me dejaba dormir y de repente me
llegó la historia. Pero me asusté porque yo nunca había escrito nada tan largo y no
sabía si tendría la fuerza y la tenacidad para escribir las más de cien páginas que la
historia necesitaba. Pero lo conseguí. Por eso Sagrada es un relato al que le
tengo mucho cariño, porque fue el comienzo de mi aprendizaje novelístico.
Por otro lado, la sensación un poco como de cajón de sastre que puede producir el
libro se debe a que fue una recopilación de todo lo que había escrito hasta la fecha,
con el añadido de “Piel”, que era nueva. No había un criterio, un hilo conductor. Era
un escaparate de lo que había conseguido hacer y una muestra de mis intereses que, con
el tiempo, se han ido haciendo cada vez más amplios y variados.
A pesar de que se te considera una escritora intimista y preciosista en el
lenguaje, hay obras tuyas como “Piel” dentro de esta recopilación que nos muestran un
cyberpunk bastante duro... ¿opinas que te han encasillado o estos adjetivos
definen tu estilo?
Me hace mucha gracia el que se empeñen en llamarme preciosista sólo porque cuando
trato temas relacionados con sentimientos profundos uso un lenguaje adecuado, que es el
lírico. A mí lo de “preciosista” siempre me suena a alguien que le da mil vueltas a cada
palabra, que tacha constantemente y revisa y arregla. Yo no trabajo así. Pienso mucho en
lo que quiero contar (quizá por simple falta de tiempo, que no me permite perder horas
frente al teclado) y cuando sé quién narra y cuánto sabe de la historia y tengo su voz,
lo demás (la lengua que utiliza, las metáforas que elige, etc) ya no es asunto mío. Me
meto en su piel y dejo que diga lo que tiene que decir.
Y lo de “intimista” es según con qué se compare. Si se refieren a que yo suelo
narrar historias de gente pequeña y no hago space opera, entonces tienen razón.
Nunca he hecho un personaje que salve él solo a la humanidad, sencillamente porque no me
lo creo. Nunca he dibujado un escenario galáctico porque no me compensa el trabajo, ya
que lo único que me interesaría es narrar los conflictos de los personajes y para eso no
necesito tanto despliegue de telón de fondo.
“Piel” es, efectivamente, una historia dura, rozando el cyberpunk, y la
lengua que utiliza su protagonista es dura y vulgar porque ella es así. Es un piloto de
combate y su vida se reduce a volar, matar, y emborracharse y follar en los permisos.
Pero, como ves, en la lengua que yo uso caben tanto cosas como “delicadamente
opalescente” y “follar en los permisos”.
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Kandama 4 |
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Las obras que conforman la recopilación son muy variadas en extensión y
temática. Desde la misma Sagrada, que combina cf con
fantasía, hasta “La Dama Dragón”, una novela corta un poco new wave, ya que
incorporaba recursos narrativos de la novela contemporánea. ¿Qué influencias y
preocupaciones fueron los que guiaron tu obra en esos momentos?
Yo era muy joven (aunque no me daba cuenta), había leído mucho y tenía montones
de influencias, estaba llena de ideas para relatos que quería narrar y buscaba para cada
historia la manera más conveniente de plasmarlas. Sentía que gran parte de la ciencia
ficción que había leído habría mejorado mucho si hubiera estado narrada con las técnicas
que en la literatura convencional eran normales y sin embargo no parecían haber rozado
apenas las novelas de ciencia ficción “clásicas”. Descubrí a Le Guin, a Bester, a
Tiptree, a Russ, a Ballard y supe que ese era mi camino, aunque yo sólo estaba empezando
y ellos estaban muy por encima de mí. Pero siempre me ha gustado tener maestros a los
que imitar primero y tratar de superar después.
“La Dama Dragón” fue un intento de contar una historia de ciencia ficción usando
técnicas narrativas poco usuales dentro del género.
Tus personajes femeninos cubren casi toda la gama de los roles femeninos
imaginables: asesinas profesionales, madres, sacerdotisas, pilotos de combate... No me
extraña que incluso hayan sido el tema de una tesis doctoral. ¿Fue en estos momentos el
género fantástico una forma de expresar tu interés por la identidad femenina?
En la base, y sobre todo al principio, uno escribe de lo que más sabe, de lo que
más le afecta. Yo siempre me he considerado más persona en general que mujer, en el
sentido de que he tenido mucha suerte con todos los hombres de mi entorno inmediato y
por tanto nunca he tenido que luchar físicamente para encontrar mi lugar en el mundo,
aunque intelectualmente siempre he trabajado a favor de la igualdad entre hombres y
mujeres. Pero la verdad es que en mis lecturas del género me molestaba bastante esa
falta de personajes femeninos creíbles. Había alguna mujer, pero siempre como excusa
para que el héroe hiciera algo con ella o por ella. Y se suponía que las mujeres
debíamos identificarnos con los personajes masculinos, igual que cuando se dice que
“el hombre ha llegado a la Luna” hay que suponer que ese “hombre” significa también
“mujer”. En mis historias desde el principio aparecen mujeres que hacen de todo,
cualquier cosa que pueda hacer un hombre. Las hay “malas” y “buenas”, dulces y
coléricas, suaves y crueles, porque en mujeres reales también hay de todo. No pretendo
quitarle nada a los hombres. Es cuestión de añadir, no de restar.
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Antología 10 |
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“Minnie”, recientemente recuperada en la última antología de Julián Díez, es
un cuento donde retomas el tema de la mujer engañada y abandonada por un hombre, tema
tan antiguo como el mito de Ariadna. Pese a todo, en tu cuento, se vuelve a hacer
original en virtud de la que podríamos llamar “mirada Barceló”, una mirada desde el
interior de las cosas, otorgándole significado a todo y que a pesar de lo variado en
recursos y temas de tu obra, la atraviesa entera... ¿Podría ser este el elemento clave
de tu estilo narrativo?
Hay muy poco de nuevo en el mundo, especialmente en el literario. Ya decía Borges
que no hay metáforas nuevas. Pero, con lo que hay, se puede hacer algo diferente si se
combina de otro modo, como en los caleidoscopios. Todo escritor sabe que lo único que
puede aportar es su propia mirada sobre las cosas, ese punto de vista que hace que un
lector piense “nunca se me había ocurrido verlo así” y eso enriquezca un poco su propia
visión del mundo, su capacidad para darse cuenta de que hay otras formas de ver lo de
siempre, y eso lo lleve a una mayor comprensión de las verdades de los demás.
Hay un cuento en la recopilación que para mi gusto es especialmente delicioso,
“Aquí estamos todos juntos”. En él dialogas con tus personales trascendiendo los límites
del texto, de forma muy brillante y divertida. Esto vuelve a ocurrir en algunos momentos
en El vuelo del Hipogrifo, donde los personajes “viven” dentro de otras novelas...
¿Qué piensas sobre el proceso creativo? ¿Cómo lo vives tú personalmente?
Para mí no hay nada más satisfactorio que jugar con la literatura, entendiendo
“jugar” como una cosa muy seria, igual que juegan los bebés para comprender su mundo y
adaptarse a él. Yo creo que todo lo que se puede pensar, se puede escribir y, como
escribir públicamente supone un contrato con un lector (casi siempre desconocido), ese
lector debe ser incluido en el proceso lúdico. Me gusta divertir al lector, sorprenderlo,
proponerle diferentes caminos, dejar que colabore en el texto que, si no fuera por él,
estaría mudo y ciego, escondido entre las tapas del libro.
Pero cuando escribo, el lector en el que pienso soy yo misma como lectora. Juego
conmigo misma, con un desdoblamiento de mí misma, y luego lo doy a leer a mis buenos
amigos para ver si con ellos también funciona.
Últimamente, con El vuelo del Hipogrifo, he descubierto la delicia de
jugar con los géneros literarios, con las tradiciones narrativas, con la hibridación, que
es lo más fecundo que hay, siempre que el lector tenga el suficiente descaro y sentido
del humor como para aceptar el mío. Mientras tanto creo saber narrar una historia “pura”
de ciencia ficción, de novela negra, de algunos otros géneros, pero el mestizaje me
atrae más por el momento.
Y una última cosa: el Hipogrifo también está en la línea de una nueva vía
(para mí), -que ya empecé en mis primeras juveniles y continúo con Disfraces
terribles-, de una novela europea, donde las cosas suceden en diferentes lugares de
Europa, con diferentes lenguas y mentalidades. Quiero poner mi granito de arena para
explotar la identidad europea, alejándome de la identidad estadounidense, prestada, en
la que nos venimos moviendo.
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Premio UPC 1993 |
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En 1993 recibes el UPC con “El mundo de Yarek”. ¿Supuso este premio una
reactivación de tu carrera?
Con el Premio UPC me pasó como dicen que pasa con lo de tener mucho dinero: que
una vez que lo tienes ya no necesitas preocuparte de él. Era un desafío intentar ganar
ese premio, demostrar que los escritores españoles podíamos competir con los anglosajones
e incluso ganarles. Pero algo muy curioso es que casi todo el mundo parece haber
olvidado “El mundo de Yarek”. Cuando alguien escribe un pequeño repaso a mi bibliografía
para una página web o para la presentación de alguna nueva publicación, con frecuencia
la omiten. Para mí, sin embargo, fue muy importante porque me hizo sentir acogida dentro
del género que había elegido para empezar a escribir y me dio muchos ánimos para seguir
trabajando.
1994 es un gran año para Elia Barceló. Sale publicado “El mundo de Yarek”,
coincido contigo en que injustamente olvidada, y más ahora que la reflexión sobre la
realidad y lo virtual está tan de moda. También aparece Consecuencias naturales,
además de otros relatos en revistas y fanzines. ¿Qué recuerdas de este momento?
¿Obedeció toda esta actividad a algún motivo o fue circunstancial?
Fue una época especialmente intensa en el fandom; daba la impresión de que
estábamos despegando. Se habían vuelto a reactivar las Hispacones, había muchos
fanzines que buscaban relatos, habían salido ya dos Visiones propias, Nova
aceptaba obras de españoles, Miraguano empezaba a publicar ciencia ficción autóctona, se
estaba creando Espiral, la gente se estaba conectando a Internet,... Era un tiempo de
ilusión y de esperanza, de entrar en contacto, de hacer proyectos.
También salió “Loca” ese año, que es uno de esos relatos de la “línea dura” que
tanto me gusta, aunque no se me identifique con ella. Y creo que fue por entonces cuando
empecé a tener claro que escribir era, para mí, una necesidad.
Consecuencias naturales es una novela algo incomprendida. ¿La idea de
un hombre embarazado y de una mujer soldado completamente verosímil podría tener que ver
con todo esto?
Es difícil hablar de este tema evitando que alguien pueda sentirse ofendido. Yo
escribí Consecuencias como parábola, como una metáfora extensa y lúdica para
llamar la atención sobre cosas que a mí me parecían importantes: los roles sexuales
fosilizados, el constructivismo lingüístico, la corrección política... muchas cosas,
todo con una ligera ironía, como si el texto estuviera lleno de esos “smileys” que tan
de moda están ahora en los mensajes electrónicos. Pero, no sé bien por qué, se
interpretó como un ataque furibundo contra los hombres en general, sin que casi nadie se
diera cuenta de que el protagonista masculino que queda tan mal en la novela no es un
hombre normal con el que se identifique la mayoría de los lectores, sino un macho
estúpido (de los que aún quedan, por desgracia, pero sobre todo –creía yo– entre los que
no leen nada), un neandertal trasnochado y patético cuyo ego se puede destruir
insinuándole que ha tenido relaciones sexuales no con una hembra de la otra especie sino
con un macho.
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Consecuencias naturales |
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Durante cierto tiempo sentí una especie de impotencia difusa cuando criticaban la
endeblez del mundo extraterrestre, por ejemplo, y no tuve más remedio que aceptar que
casi nadie se había dado cuenta de que yo no quería hacer ni una novela hard, ni
una space opera (en las que la creación consistente del otro mundo es
fundamental), sino simplemente una reflexión, en clave de divertimento, sobre la
fosilización humana de muchos conceptos básicos de nuestro propio mundo, no sólo los
sexuales. Pero el trabajo del escritor termina con la publicación del libro y no tiene
ningún sentido explicar a posteriori lo que uno pretendía hacer. El lector lo ve
o no lo ve, lo acepta o no lo acepta; eso es todo.
El vuelo del Hipogrifo es una novela muy extensa comparándola con las
demás y supone un giro en tu carrera al ser publicada en una editorial no
especializada en el género. ¿Fue esto casual o se debe a un deseo de búsqueda de otros
públicos?
Yo siempre quise ser escritora sin más; no escritora “de ciencia ficción”. Si
empecé por lo segundo es porque durante muchos años mis lecturas favoritas pertenecían a
ese género (y al criminal; pero de joven no me sentía capaz de empezar por una novela y
la ciencia ficción me permitía escribir relatos). Ahora me he ido desarrollando en
muchas direcciones; me creo capaz de escribir casi cualquier historia, casi de
cualquier tema.
El vuelo del Hipogrifo es la novela que siempre quise escribir, mi
declaración de amor incondicional a la literatura, a la delicia de crear mundos sólo con
palabras; es un homenaje a los géneros narrativos, a los hombres y mujeres que
escribieron antes que yo, a la fantasía, al poder de la imaginación en libertad.
Si apareció en una editorial generalista es, entre otras cosas, porque yo creía
saber que para una editorial especializada era “poco género” y el lector que quisiera
leer una novela exclusivamente fantástica (o de ciencia ficción) se sentiría defraudado
en sus expectativas. Además hacía tiempo que quería avanzar en mi camino para
convertirme en escritora sin etiquetas y quería hacerlo usando mis armas: el fantástico,
sobre todo. Por eso estoy muy satisfecha de ver que tanto El vuelo del Hipogrifo,
como El secreto del orfebre –ambas fantásticas–, han sido publicadas por una
editorial generalista y están llegando también a otro público “no iniciado”. E, incluso,
que la última ya ha sido comprada en tres países extranjeros y se va a publicar en la
serie literaria, no en la especializada.
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El vuelo del Hipogrifo |
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De hecho, aunque El vuelo del Hipogrifo es una novela fantástica
desarrollada en parte en un lugar imaginario, Umbría, tiene puntos en común con un
género actualmente muy popular, la fantasía slipstream al estilo de Katherine
Neville o el reciente El código Da Vinci... ¿Has seguido conscientemente este
esquema o ha ido apareciendo por necesidades narrativas?
Yo soy una persona literariamente inquieta y omnívora. Lo fantástico ocupa el
primer lugar de mi jerarquía, pero tengo muchos otros amores y, además, por mi trabajo,
me paso la vida enfrentándome a textos antiguos y a todo tipo de géneros y teorías
literarias. Todo eso ha ido formando un poso en mí que hace que me plantee
constantemente el proceso de narrar. De esa ocupación mental (tan frecuente que ni la
noto) surgió la necesidad de narrar el Hipogrifo como un mestizaje de géneros.
Creo que ese slipstream, como lo llaman en inglés, o roman fusion, en
francés, es una de las marcas de nuestra época, también híbrida y mestiza. En cocina se
combinan los más extraños ingredientes, en arquitectura tenemos las influencias más
dispares, en todas las artes en general se dan extraños compañeros de cama. Creo que en
los ejemplos que me dabas antes (y no voy a entrar en valoraciones porque sería muy
largo) se combinan muchos elementos que aumentan el placer del lector: los enigmas, los
misterios, lo arcano, el poder difuso y omnipresente del sistema... muchas cosas
atractivas.
La diferencia con mi Hipogrifo, que también bebe de estas fuentes, es que
en mi novela hay una fusión de tradiciones literarias (no sólo temáticas) que en esas
otras obras no existe. Ellos usan una narración lineal, que no presente obstáculos al
lector; no hay cambio de narradores, no hay otras voces ni otros estilos, la lengua es
un simple vehículo para comunicar un mensaje. Y yo he intentado ir más allá, hacer
malabarismos con más bolas y he disfrutado muchísimo en el proceso, esperando siempre
que el lector disfrutara también de mis juegos.
A partir del año 1997 tu carrera vuelve a experimentar otro cambio. Haces una
exitosa incursión en la novela juvenil con El caso del artista cruel que obtiene
el premio Edebé de narrativa juvenil. ¿Qué interés tiene para ti como escritora el
público juvenil?
Cuando mi primer hijo empezó a tener edad de leer novelas de verdad, se me
ocurrió darle algo que a mí me había fascinado: Julio Verne. Y tuve que constatar
(cuando me lo volví a leer yo, al ver que a él le aburría) que se había quedado bastante
anticuado. Hablando con mi amigo César Mallorquí, que había ganado el Edebé el año
anterior, descubrí la existencia de una literatura juvenil actual y las posibilidades me
fascinaron. Se trataba de escribir para los incipientes lectores de hoy y para formar
los lectores del futuro; había que descubrirles temas interesantes que los ayudaran en
el difícil proceso de hacerse adultos, pero sin tratarlos de arriba a abajo y sin
moralina; había que engancharlos a la lectura con tramas hábiles que los obligaran a
seguir leyendo; había que crear personajes con los que pudieran identificarse, entre
otras mil cosas. Y todo eso había que hacerlo sin sacrificar un ápice de la calidad
literaria para no acostumbrarlos a comer comida–basura, sino a los mejores ingredientes
con las mejores salsas, para que en el futuro no pudieran prescindir ya de esa
alimentación. El desafío era enorme. Escribí El caso del artista cruel, gané el
premio, empezaron a pedirme más textos desde otras editoriales y, como para mí, narrar
historias es un placer, me lancé de lleno. Mientras tanto he publicado seis, acabo de
terminar una y estoy escribiendo otra.
Entre tus novelas juveniles encontramos dos de temática fantástica, El
almacén de las palabras terribles y La roca de Is. ¿Ha supuesto para ti mucho
esfuerzo el cambio de registro?
No ha habido cambio de registro. La única diferencia es que, igual que hay
chistes que no se cuentan cuando hay monjas presentes o hay temas de conversación que no
se tocan en presencia de los niños (y no me refiero sólo al sexo), el escritor tiene que
tener en cuenta para qué grupo de edad escribe y no sobrecargar a su lector. Pero
El almacén de las palabras terribles, aunque está escrito para personas a partir
de doce años, puede ser leído con agrado a los treinta o a los setenta. Y La roca de
Is, que va dirigido a “jóvenes adultos”, aunque suene raro el término, ha gustado
mucho a hombres y mujeres de mi edad porque, en la base, los problemas que tratan esas
historias son problemas humanos, de los que pueden surgir en cualquier momento y para
los que no tenemos una sola respuesta válida para todos los casos.
En mi literatura juvenil nunca hago concesiones ni estructurales, ni estilísticas,
ni temáticas (salvo en cuestiones como el sexo excesivamente explícito, que suele
molestar a padres y profesores). Se notará o no, pero cuando escribo, siempre trato de
dar el máximo y hacerlo lo mejor que sé, tanto para jóvenes como para adultos.
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El secreto del orfebre |
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Posteriormente y para adultos has escrito El secreto del orfebre, un
regreso a la Elia Barceló más intimista, y a Umbría, tu mundo fantástico. ¿Cómo lo
definirías y de donde surgió la idea de construirlo?
La idea de una tierra compartida, (extraña y legendaria, y a la vez cotidiana y
contemporánea) donde situar relatos y novelas partió de César Mallorquí y, al poco
tiempo, éramos cuatro escritores los que nos reunimos para darle forma: él y yo, Julián
Díez y Armando Boix. Entre todos imaginamos ese lugar y a base de mails y
reuniones reales hicimos un mapa, inventamos su historia y sus tradiciones, su cocina y
sus fiestas, su literatura y todo lo que se nos ocurrió, pensando en tener un lugar
común para colocar nuestras historias fantásticas. De ahí surgieron textos como
El secreto del orfebre que, junto con la tercera parte del Hipogrifo, es
el único texto umbrilitano que ha salido publicado en papel.
Umbría es una provincia española, de hecho una región autonómica uniprovincial.
Es un lugar de talante atlántico con elementos mediterráneos que he aportado yo, donde,
desde siempre, pasan cosas muy extrañas. Los umbrilitanos lo saben y lo aceptan (no
tienen más remedio) pero no suelen hablar de ello con claridad. En Umbría pueden suceder
las historias más peregrinas, sin tener que salir por ello de nuestra actualidad
española.
Era un proyecto precioso que habría tenido que concretarse en un libro (o en
muchos) y que hoy por hoy sólo yo llevo adelante. Pero no he perdido la esperanza de
que en algún momento volvamos a reunirnos, salte la chispa y ese libro llegue a
existir.
Actualmente Minotauro ha publicado tu última novela, El contrincante.
Tengo entendido que el título original era Uke, pero que por razones editoriales
se cambió por el que veremos en las librerías. ¿Qué puedes decirnos sobre esta novela?
¿Cómo ha sido su proceso de gestación?
Esta novela es el cuento de nunca acabar. Tendría que haber sido mi segunda
publicación, después de Sagrada. Escribí la primera versión entre 1989 y 1991,
con un entusiasmo inmenso porque la historia me tenía fascinada, a pesar de que no era
ciencia ficción. Miquel Barceló me había insinuado que había posibilidades de publicar
otra novela mía en Nova y yo estaba ilusionadísima. Y angustiada porque era la primera
novela realmente larga con la que me atrevía.
Luego resultó que Miquel no pudo publicarla porque se apartaba muchísimo de la
línea de Nova, cosa que comprendí perfectamente, aunque me diera pena, y Uke se
quedó en el cajón.Años más tarde, en una pausa entre otras cosas, la saqué, la leí con
ojos frescos, la remodelé, le eché un vistazo al panorama editorial y la volví a
guardar. Sólo algunos buenos amigos sabían de su existencia.
El verano pasado, Julián se enteró de que el editor de Minotauro, Paco García
Lorenzana, estaba buscando originales para una novela de terror y se la di para leerla.
Le gustó, concertamos algunos pequeños cambios, y sale en mayo.
Lo del título fue cosa del departamento de marketing. Según ellos,
Uke es demasiado críptico y no tiene garra. Para mí será siempre Uke
porque me encanta el título, dice justo lo que yo quiero decir y le tengo un cariño
especial porque es mi primera novela larga, la que me enseñó a escribir novelas.
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El contrincante |
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¿Qué significa exactamente Uke?
Uke es el atacante en Aikido (que es una lucha esencialmente defensiva).
Es un concepto precioso porque es simplemente la mitad del combate, "el que hace posible
la belleza del combate".
¿Podemos esperar alguna sorpresa en ella? ¿O sólo las de siempre?
Me alegro de que me hagas esta pregunta porque sí tendría algo que añadir: aunque
se publicita como una novela de terror, tal vez habría que dejar claro que yo siempre la
consideré sobre todo un thriller teológico. Es decir, que no me propuse como
primera prioridad que diera miedo al lector, aunque algunas de las cosas que suceden en
ella le pondrían los pelos de punta a quien tuviera la desgracia de sufrirlas, pero no
está ni pensada ni estructurada como una novela clásica de género.
Es más que nada una reflexión sobre asuntos que siempre me han interesado mucho,
llevada a través de una trama de búsqueda y descubrimiento, una especie de iniciación,
de indagación del lado oscuro.
En cuanto a las sorpresas... yo siempre intento que haya algo que sorprenda al
lector, pero mientras tanto he escrito mucho, he inventado muchas sorpresas diferentes y
la verdad es que, como la he leído tantas veces, ya no sé si sorprende o no.
Ojalá sí.
¿Tienes actualmente algo nuevo en preparación o estás de obligado descanso
tras el “parto”?
Yo descanso poco en lo literario porque, como dice el Romance, “mis arreos son
las armas, mi descanso el pelear...” Se me ocurren historias constantemente y,
mientras hago las faenas de la casa, cosa que le recomiendo a cualquier escritor con
bloqueo creativo, voy inventando, puliendo, ajustando... de modo que cuando por fin me
siento a escribir, ya tengo un montón de escenas listas.
En estos momentos ya hay una nueva novela en Lengua de Trapo –Disfraces
terribles– que, por una vez, no tiene ni un solo elemento fantástico, pero sí una
trama compleja llena de secretos y misterios.
Tengo también la primera versión de una juvenil histórica y estoy en el segundo
capítulo de otra juvenil.
Si todo va bien, en cuanto acabe ésta, empezaré con una fantástica para adultos
en la línea del Hipogrifo, pero todavía más ambiciosa. Tengo que confesar que
ésta me da un poco de miedo porque, cuanto más pienso en ella, más crece y se ramifica,
y no sé si con tantas otras cosas que tengo que llevar adelante podré concentrarme lo
suficiente como para dedicarle la atención y el tiempo que va a necesitar.
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Foto junto a Rodolfo Martínez, Robert Sheckley,
Walter Sattelhwart (detrás) y Roberto Quaglia. Foto por Roberto Quaglia http://www.robertoquaglia.com |
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Para terminar, la pregunta que le hacemos a todo el mundo que pasa por
aquí... ¿Qué opinas de la situación actual del género en España? ¿Qué perspectivas le
ves de aquí en adelante?
Yo tengo ahora la sensación de que estamos en un momento excelente: cada vez hay
más gente que se interesa por el género (no hay más que ver esas diez mil visitas de
Cyberdark), hay editoriales especializadas y serias, hay revistas y fanzines que
cumplen los plazos de aparición, hay Hispacones anuales que funcionan cada vez mejor,
hay críticos y reseñistas cada vez más sólidos, hay ensayistas y antologistas eruditos,
la AEFCFT funciona, estamos empezando a suscitar el interés de otros países y, quizá lo
más importante, hay escritores buenos, profesionales, conscientes, que hacen bien su
trabajo, y muchísimos principiantes (sin ninguna intención peyorativa) que quieren
llegar a ser buenos escritores y se preparan para ello, aprendiendo y practicando como
los que quieren ejercer cualquier otra profesión. Y hay entusiasmo serio, duradero, no
del tipo que surge una noche tomando unas copas y se olvida al día siguiente durante la
jornada laboral. Sólo ese entusiasmo, que requiere trabajo y tenacidad, nos llevará a
establecernos en el lugar en el que siempre hemos querido estar.
Enlaces
Ficha de El contrincante
Bibliografía en Cyberdark.net
Reseña de El secreto del orfebre por Alberto García-Teresa en Bibliópolis
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