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Ciudad maldita
de Arkadi y Boris Strugatski

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Ciudad maldita,
de Arkadi y Boris Strugatski

Título original:
Grad obrechonni

(1989)

Portada:
Juan Miguel Aguilera

Traducción:
Justo E. Vasco

Editorial:
Gigamesh
(2004)


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Arturo Villarrubia (Rotuar), Noviembre 2004

   Aunque la inmensa mayoría de lo que se publica en España en colecciones especializadas de ciencia ficción procede del mundo anglosajón, no debemos olvidar que existe una tradición alternativa procedente de los países del Este. Podemos considerar que dicha tradición nace con la excelente Nosotros de Zamiatin y tiene sus representantes contemporáneos más distinguidos en el polaco Stanislaw Lem y en los rusos Arkadi y Boris Strugatski. A diferencia de la obra de Lem, ampliamente traducida, la de los Strugatski nos ha ido llegando con cuentagotas. De hecho, durante años, su único libro disponible (mejor dicho, relativamente disponible) en castellano fue una excelente novela de aventuras, Qué difícil es ser Dios.

   Esta situación viene remediándose últimamente. La que es quizá su obra maestra, Picnic junto al camino, ha sido reeditada no hace mucho en Nova (Por cierto, Picnic fue llevada al cine por una de las figuras fundamentales del cine ruso, Andrei Tarkovski con el título de Stalker. Peor suerte ha corrido Qué difícil es ser Dios, cuya adaptación cinematográfica fue perpetrada como El poder de un Dios). Complementando la iniciativa de Nova, Gigamesh nos está ofreciendo el resto de la obra de los hermanos. Así, después de Destinos truncados, nos llega Ciudad maldita.

   Nos encontramos un mundo artificial. Una extraña ciudad rodeada de un abismo y un muro infranqueable, cuyo sol se enciende y se apaga. A este entorno hostil han acudido personas procedentes de diversos momentos del siglo XX, invitados por unos personajes misteriosos, los preceptores, quienes posiblemente no son humanos, para participar en un experimento cuyo objetivo se les oculta.

   Aunque desde la contraportada se nos ofrece la referencia al Mundo del río de Farmer, no deja de ser inexacto. Mejor referirse a la menos conocida Mundo Infierno (Inside, outside, 1964) del mismo autor. En esta novela nos encontramos con un grupo de gente corriente que ha renacido en una extraña ciudad donde intentan reproducir una sociedad más o menos normal. El problema es que están sometidos a extraños seres, que se hacen llamar demonios, y los protagonistas, al igual que los de la novela de los Strugatski, creen estar en el infierno. Pero mientras que Farmer, norteamericano, da a su historia un giro aventurero y nos presenta a personajes heroicos, los Strugatski, que han sufrido el totalitarismo soviético en sus carnes, nos presentan a un grupo de seres humanos corrientes enfrentados a lo inexplicable.

   Uno de los méritos de esta novela es su meticulosa construcción de los personajes que son, en todo momento, seres de carne y hueso. Los autores nos muestran la odisea de un grupo formado por diversas razas e ideologías y, como he indicado arriba, diferentes puntos de partida cronológicos, pero unidos por la amistad y enfrentados a un clima lóbrego y desasosegante, en el que la realidad se está viniendo abajo. De entre los fenómenos extraños que aparecen en el libro destaca un misterioso edificio de ladrillo rojo que aparece y desaparece en la ciudad, del que se dice que se traga a las personas que entran en el mismo. Como las explicaciones tardan en llegar y no son precisamente extensas, lo que más nos impulsa a seguir leyendo es conocer cómo se enfrentan los personajes a estos misterios.

   Destaca también la fuerza visual del libro inspirado, según el prólogo, por una pintura de Nicolás Roerich, y repleto de imágenes inquietantes y originales.


Una ciudad de Nicolás Roerich

   Como he dicho al principio, Ciudad maldita procede de una tradición cultural diferente de la ciencia ficción anglosajona. No es, en conclusión, un libro recomendable para quien busque una historia de aventuras adolescentes, con héroes de una pieza, pero sí para quienes busquen una novela eminentemente adulta, bellamente escrita y que invita a la reflexión.

   Por último, destacar que en el prólogo se ha incurrido en ese vicio tan feo de desvelar el final. Mejor leerlo como epílogo.

 

© 2004 Arturo Villarrubia (Rotuar) para cYbErDaRk.NeT
Prohibida la reproducción sin permiso expreso del autor

 

2004-11-23 20:15   Starhawk
Hay que agradecerles a los de Gigamesh que nos acerquen la obra de los Strugatski. Creo que no habría seguido leyendo ciencia ficción si no hubiera sido por "Que dificil es ser Dios", que se convirtió para mí en una novela asombrosa a la edad en la que la leí, muy joven. Estaba acostumbrada a una cf de aventuras, o muy orientada a la especulación científica, y los Strugatski y otro clásico inolvidable que leí en aquellas fechas, "Cantico a San Leibowitz", me ofrecieron una visión distinta de la ciencia ficción.

Les tengo un cariño especial a estos dos libros. Aparte de esto, que es más emocional, los Strugatski, tienen una profundidad especial en sus análisis, una visión más "madura", más "europea" podríamos decir, de la cf que viene del otro lado del Atlántico. Sin duda que entronca más con nuestra cultura, nuestra Weltanschauung (¿concepción del mundo?), y se acerca más a nuestra literatura.

Por cierto que Eschbach, salvando las distancias, no es mal heredero de esta tradición.