Esta crítica ha sido leída 6883 veces
Insurrección,
de Thomas M. Reid
Título original: Insurrection. War of Spider Queen Book 2
(2003)
Portada: Brom
Traducción: Miquel Alonso Huguet
Editorial: Timun Mas
Reinos Olvidados
La guerra de la Reina Araña 2
(2004)
El libro en cyberdark.net
Libro disponible en la tienda de cyberdark.net
Thomas M. Reid
Libros en cyberdark.net
|
Iván Olmedo (Odemlo), Enero 2005
Insurrección es el título de esta novela, segunda dentro de una saga denominada
La guerra de la Reina Araña, que se desarrolla en el complejo universo (o escenario) de los
Reinos Olvidados. Se pretende que cada libro de dicha saga esté escrito por un autor diferente que, en
cierto modo, aporte una visión personal dentro de lo que son las características y desarrollo propio de la
franquicia, manteniendo el hilo de los acontecimientos que se relatan. Richard Lee Byers abrió fuego
(nunca mejor dicho, dado el cariz que muestra esta saga) con Desintegración, donde la ciudad drow de
Menzobarranzan sufre las consecuencias de las luchas entre los propios drows, cuando la arácnida diosa Lloth
suspende el vínculo mágico que la une a las matronas de las casas de esta raza y cunde el nerviosismo.
En Insurrección asistimos al desarrollo de una enmarañada red de intrigas y
traiciones en las que se ven implicados, para su desgracia, los mismos elfos oscuros. En el inicio de la
aventura, una mínima compañía formada por seis variopintos personajes viaja en secreto a través de la Antípoda
Oscura hacia la ciudad de Ched Nasad, presa de las revueltas, con ánimo de cumplir una misión de importancia.
Vigilados de cerca por elementos hostiles, su inseguro camino estará lleno de tropiezos y, una vez dentro de
la ciudad, las cosas no harán sino empeorar... viéndose atrapados entre enemigos, aliados y traidores... El
final no es más que una puerta abierta a la continuación, como quedaba establecido desde un principio.
No sé por qué me da la impresión de que actualmente la fantasía editada en papel (no
absolutamente toda, por supuesto) está contaminada. Contaminada por sus propios excesos, que consisten
principalmente en una repetición constante de fórmulas y esquemas. Esto se hace evidente, sobre todo, en la
denominada fantasía épica y, más concretamente, en el mundo de las franquicias. Hay personas que siguen
insistiendo en hacer una diferenciación especial entre la literatura seria y los títulos encuadrados
en este tipo de sagas interminables. Pues sí... y no... Personalmente prefiero evaluar cada obra por su propio
resultado, teniendo en cuenta de dónde surge, sí, pero viéndola como un trabajo independiente en el que deben
encontrarse sus propios méritos o defectos. El problema con este tipo de literatura es que se asemeja mucho,
en conjunto, a un enorme pastel cuyos trozos tienen todos idéntico sabor, con excepción de aquellos donde
por suerte nos cae la guinda y contamos con un aliciente extra. De vez en cuando, un autor consigue que lo
diferenciemos por su sabor.
En Insurrección, tomada como prueba de ese pastel gigantesco, encontramos un
aroma y un sabor más que paladeados. Podríamos dividir perfectamente los comentarios desde tres puntos de
vista: el argumental, el de caracteres y escenarios, y el estilístico. En lo que se refiere al argumento,
las trescientas páginas se pueden resumir en apenas dos pinceladas: grupo de personajes mal avenidos
obligados a trabajar juntos se enzarzan en una lucha tras otra con enanos, gigantes, demonios e, incluso,
miembros de su propia raza, mientras una trama –que parece la secundaria, pero es la principal– se va
deshilando lentamente. Y no hay más. Como quiera que este tipo de historias se inspiran casi directamente
en juegos de rol donde lo importante es mover (cuanto más, mejor) a los personajes, aquí se desecha
cualquier tipo de atajo argumental y se narra con pelos y señales cada espadazo y cada mirada de odio,
jugando constantemente a darles vueltas y revueltas a situaciones muy, muy parecidas entre sí. Así, aunque
la lectura es entretenida, se tiene la sensación de que uno va a parar con frecuencia a los mismos sitios
y no hay nada demasiado definitivo, excepto la muerte de algún personaje.
En cuanto a los caracteres y los escenarios... ¡Ay! Insurrección –y, por
extensión, el resto de relatos que se desarrollan en su universo, es de suponer– no brilla precisamente por
su originalidad. La sombra de Tolkien sigue siendo alargada, y por estos pagos de los Reinos Olvidados
volveremos a encontrar por enésima vez elfos, magos, enanos horadadores de montañas, halflings, goblins,
(la distinción entre razas superiores e inferiores también se hereda), espadas con nombres propios, cotas
de malla fabricadas con materiales milagrosos, incluso... orcos y semiorcos. El bestiario típico y
recurrente que no se ha saneado con convicción desde entonces. Y no es que esto sea malo de por sí, ¡ojo!,
sino simplemente se trata de una molestia más que añadir a las otras citadas. En todo caso, la única verdadera
aportación interesante, no de este libro, sino del mundo donde está inmerso, es la de los mismos elfos
oscuros, los drows, que llegan a ofrecer un prometedor material de base con el que desarrollar algunas
personalidades propias y colectivas un tanto originales. El resto de la ambientación es realmente previsible
y cumple simplemente las funciones para las que el autor la necesita: mover las piezas de su juego de
ajedrez modelo espada y brujería a su antojo, sabiendo que, al menos, el universo del que dispone es
enorme y nunca le faltarán recursos en los que apoyarse para salir de los enredos en los que se meta.
Estilísticamente, Thomas M. Reid es un escritor correcto que, sin intentar abrumarnos
con experimentos literarios, posee la capacidad de hilvanar trescientas páginas de correteos, conjuros
mágicos y escaramuzas de forma que el lector no se aburra; y hacer que, de una forma natural, las
motivaciones y formas de pensar de los personajes lleguen a nuestro conocimiento, entre el fragor de las
batallas y las constantes escenas de acción. También se agradece que, en contra de lo que podría quedarse
en una visión infantilista o ser tratado más tibiamente, no escatime el recurso a inventar escenas crueles
y con cierta propensión a la violencia extrema, lo que alegra y dota de mayor realismo a la trama. Asimismo,
huyendo de maniqueísmos, ya los personajes no se dividen en buenísimos y malísimos, (razas superiores, buenas;
razas inferiores, abiertamente despreciables) como antaño, sino que –más fiel a unos criterios posibilistas–
las personalidades son más complicadas que todo eso.
Sin meterme en camisas de once varas, y a pesar de lo dicho anteriormente acerca de la
auténtica literatura y la literatura a granel, no podemos negar que Insurrección pertenece
al tipo de libros escritos al amparo de un negocio muy fructífero actualmente, que es el de las franquicias
dentro del mundo de la fantasía épica. Como en un culebrón venezolano de mil quinientos capítulos, o los
tebeos de los mutantes Marvel, lanzarse de lleno a la lectura sin importarnos el orden establecido es garantía
de que vamos a encontrarnos perdiditos del todo. Por suerte, los artífices del invento tienen habitualmente
la decencia de empaquetar las aventuras en socorridas trilogías o sagas limitadas, con lo que no debería ser
difícil acercarse al género de una forma cabal y ordenada.
Insurrección, en concreto, es una fantasía donde, aparte de las luchas épicas de
rigor, hay cierta sustancia en los personajes protagonistas; quizás no tanta como para justificar totalmente
tanto número de páginas, pero, de todas formas, Reid es lo bastante hábil como para no aburrirnos con lo que
cuenta.
Otra cosa sería ya ver si la lectura de tres o cuatro libros seguidos pondría a prueba
nuestra paciencia.
|