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Por Alberto Cairo
El escándalo acontecido alrededor de la editorial PulpEdiciones
convulsionó hace unos meses los foros y las listas de correo. Sin embargo estos son como
son y, a parte producir una algarabía que dificulta la comprensión de lo ocurrido, después
de unos días todo lo revelado y discutido se va enfriando, camino del olvido final. Era
necesario que alguien compilase la información en un artículo dando voz a las partes y
lo suficientemente esclarecedor como para que cualquiera que no conozca lo ocurrido se
haga una nítida composición de lugar. Esa persona ha sido Alberto Cairo, coordinador de
la sección de gráficos interactivos de El Mundo, aficionado (entre otras cosas) a la
literatura fantástica y autor de críticas, reseñas y ensayos siempre afilados que no
dejan a nadie indiferente.
Como Cyberdark.net fue el sitio donde se descubrió el asunto y donde más líneas
corrieron, era de justicia ofrecer a nuestros usuarios esta visión. Desde aquí quiero
agradecer a Alberto y a la redacción de la revista Gigamesh la generosidad al
permitirnos publicar este artículo. Esperemos que, además de informar, sirva para que
todos los afectados solucionen sus problemas y reciban lo que justamente merecen.
O, al menos, no vuelva a ocurrir otra vez.
Ignacio Illarregui
Un pequeño milagro
El mundo editorial de la ciencia-ficción española es, salvo
excepciones, un páramo. Al abrigo de un núcleo fiel de lectores que procuran estar al
día de las novedades, un puñado de editoriales sobrevive considerando best-seller
todo lo que venda por encima de los 3.000 ó 4.000 ejemplares. De ahí que cada nuevo
aventurero en la dura tarea de ofrecer libros a la grey sea saludado con
entusiasmo y hasta con una pizca de complicidad.
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Pulp Magazine |
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PulpEdiciones es el resultado de los esfuerzos de algunos de
esos aventureros. Nacida primero como revista en el año 2000 (PulpMagazine)
y más tarde como sello editorial (2001), su catálogo, aunque no es comparable con los de
los dinosaurios de la profesión (Minotauro o Nova), sí hizo en su momento palidecer a
los pujantes nuevos valores: Gigamesh, La Factoría de Ideas o Bibliópolis.
En un tiempo muy escaso, Pulp, liderada por Andrés Sofío (áreas
financiera y comercial) y Román Goicoechea (en labores de director editorial), y con la
colaboración en algunas iniciativas de ciertos nombres destacados de la CF española,
como los miembros de la Asociación Cultural Metrópolis Milenio León Arsenal y José
Miguel Pallarés, ha publicado muchos títulos clave, especialmente grandes clásicos
recuperados del olvido. Autores de la vieja escuela -Clark Ashton Smith o Edgar Rice
Burroughs- se codeaban con otros más cercanos en el tiempo, pero de nivel equivalente,
como Fritz Leiber, Frederik Pohl, y con españoles de renombre: Rafael Marín, Javier
Negrete, etc.
El futuro, en principio, se presentaba prometedor para
PulpEdiciones. Sus colecciones, a pesar de no tener una presentación demasiado alejada
de la fanedición tradicional, estaban bien distribuidas y recibían buenas reseñas. El
sello, dependiente de la empresa Río Henares Producciones Gráficas S.L., ha sido
calificado de pequeño milagro editorial. No es para menos (1).
El triunfo en entredicho
A mediados de 2003 comienzan a circular por foros
especializados rumores de presuntas ilegalidades, calificados por los responsables de
PulpEdiciones de “calumnias”. El sello se había lanzado a un auténtico sprint que
le llevó a poner en el mercado hasta 4 ó 5 títulos mensuales, a la altura de un monstruo
como Minotauro, propiedad de la editorial Planeta. El desencadenante de las sospechas
sobre las prácticas irregulares de Pulp fue la pugna por los derechos de los libros de
Fritz Leiber.
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Lankhmar |
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Leiber es uno de los clásicos menos reeditados de la fantasía.
Sus historias de Fafhrd y el Ratonero Gris, situadas en la mítica ciudad de Lankhmar,
son auténticas piezas de coleccionista en los mercados de segunda mano, tan valoradas
incluso como los libros de la serie de Elric de Melniboné, de Michael Moorcock. Tanto
Planeta, a través de otra de sus filiales, Timun Mas, como Bibliópolis o Gigamesh, se
pusieron en contacto en algún momento durante 2001 y 2002 con Daniel Baror,
representante de los derechos de Leiber, para interesarse por la saga de Lankhmar o por
otros libros del autor. El precio que Baror ponía a muchas de estas obras era
“desorbitado” a juicio de esas empresas, por lo que las negociaciones, a varias bandas,
se prolongaron durante meses.
La sorpresa llegó cuando PulpEdiciones anunció la publicación
de una gran cantidad de obras de Leiber. No textos menores, sino la saga de Fafhrd y el
Ratonero Gris al completo (hasta la fecha ha llegado a la calle el primer volumen,
Lankhmar I), El gran momento (The Big Time) y Nuestra señora de
las tinieblas (Our Lady of Darkness). ¿Cómo había conseguido aquella pequeña
editorial comprar los derechos de semejantes joyas en bruto?
Según el representante de Leiber, no lo hizo. Daniel Baror fue
muy claro en las respuestas a varias editoriales españolas, extrañadas por el asunto: a
pesar de que los libros citados están ya a disposición del lector español y de que
existieron conversaciones con Pulp “el único título vendido al mercado español es
The Sinful Ones (Los que pecan), a Ediciones Colihue. Todos los demás están
disponibles para el mercado hispanohablante”.
En las fechas en las que se hicieron por escrito dichas
declaraciones, muy posteriores a la edición de los libros citados, no se había vendido
“ningún título a PulpEdiciones”. Esto es: no se había firmado ningún contrato y,
por supuesto, no se había pagado ni un euro por derechos antes de proceder a su
publicación. Sin embargo, en El gran momento y en Nuestra señora de las
tinieblas puede leerse “Publicado de acuerdo con el autor por mediación de Baror
International Inc.”.
La versión de PulpEdiciones es que “todo es una cadena de
casualidades. Le enviamos una propuesta (a Daniel Baror) y nos remitió los contratos”,
que “se quedaron en un cajón por un descuido. Por un segundo descuido se decidió
continuar y los libros salieron a la calle”. Cuando la editorial habló de nuevo con
el agente, después de que se desencadenara la polémica, éste contestó que los contratos,
que nunca fueron cerrados, no tenían validez alguna. Consecuencia, según Andrés Sofío:
“nos exige una ‘multa’ de 10.000 dólares”. La misma cantidad que, según Román
Goicoechea, figura en los acuerdos como adelanto global para
“10 libros de Fritz Leiber que no verán la luz por prohibición expresa”.
Al mismo tiempo, Baror ha exigido a PulpEdiciones que retire
todos los ejemplares de las librerías mientras busca “un nuevo editor” para el
mercado hispanohablante. La serie de Lankhmar, por lo menos por un tiempo, seguirá
siendo objeto preciado en el mercado de segunda mano.
Derechos impagados
La compra de derechos es un proceso por lo general largo, pero
bastante sencillo de explicar. Un editor se interesa por un título o elige alguno
ofrecido por los agentes y ofrece una cantidad como adelanto. El agente responde con una
petición mayor y el regateo continúa hasta que una de las partes (generalmente el
comprador) se retira o se cierra el negocio. Acto seguido, se formaliza lo acordado en
un contrato, se pagan los derechos correspondientes y, sólo después, se procede a la
edición.
Publicar sin acuerdo previo, además de estar fuera de la
legalidad, supone una ventaja frente a la competencia que sí cumple los trámites: cuando
una editorial se decide por un libro, arriesga un dinero adelantando parte de los
ingresos correspondientes al porcentaje del autor. Es una especie de apuesta: si el
libro no funciona, es posible que la editorial no recupere ni siquiera el dinero
adelantado -además de los gastos de imprenta, traducción, cubiertas, etc-. Si uno de los
actores se salta los pasos, juega sobre seguro: pagará el adelanto pendiente (o la
“multa”, en palabras de Sofío) con los ingresos que obtenga tras las
liquidaciones. Y eso si el representante se percata y reclama.
Los casos de vulneración de derechos no se limitan a los libros
de Leiber. En la colección Aelita ha aparecido recientemente la saga del reverendo Hake,
obra de Frederik Pohl, recopilación de tres novelas cortas tituladas The Cool War,
Mars Unmasked y Like Unto the Locust.
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Reverendo Hake |
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Al igual que Daniel Baror, Isabel Monteagudo, de International
Editors (Barcelona), representante del autor en nuestro país, es tajante:
“Publicaron la Trilogía del reverendo Hake sin negociar nada”. Román
Goicoechea se puso en contacto recientemente con ella para darle “explicaciones”
sobre una “cadena de malos entendidos”. Lo que le dijo fue que, al no poder
“localizar a los agentes” que llevaban dichas obras de Pohl,
“siguieron adelante por su cuenta”. Monteagudo señala que esta excusa tiene una
credibilidad nula, puesto que Pulp ya se había hablado con ella con anterioridad para
interesarse por otros títulos.
Gene Wolfe, un autor generalmente publicado en nuestro país por
Minotauro, también tiene una novela corta en PulpEdiciones, La muerte del Doctor isla
(Double, 2003), sin contrato de por medio. Wolfe es representado en España por la propia
Isabel Monteagudo, que declaró que están estudiando medidas, que podrían ir desde
negociar una compensación hasta pedir la retirada de los libros.
Además de las citadas, una tercera empresa de representación
de autores española confirmó que Pulp se había comunicado con ellos para “arreglar
varias irregularidades”. Los portavoces de esta empresa no desean hacer
declaraciones sobre cuáles son los títulos afectados, a la espera de poder
“solucionar” la situación “convenientemente”. Los representantes de la
herencia de Lord Dunsany también muestran su “extrañeza” por la aparición de
La espada de Welleran (Double, 4), pero tampoco desean extenderse en sus
declaraciones.
En los casos citados, según Goicoechea, “los agentes no me
respondieron cuando intenté negociar con ellos” o “me dieron largas”. Cuando
esto sucede, “hay que forzar la situación. Si una editorial quiere sacar un libro y
un agente no responde, la editorial debe seguir adelante” saltándose el proceso.
“Es una reacción legítima. Lo que la gente quiere es pasta (sic). Así lo
arreglaremos: pagando cuando el agente se ponga en contacto con nosotros”.
Sin embargo, la explicación de Pulp no se sostiene ni su
actuación es “legítima”. Una obra sólo puede traducirse y publicarse con consentimiento
previo de su autor o de sus representantes. Es más, si este consentimiento no se plasma
por escrito en un contrato de explotación, es completamente nulo según la Ley de
Propiedad Intelectual. Los “preacuerdos” que alega Pulp para casos como el de Baror no
sirven de nada. Si ni siquiera se ha contactado con los agentes, la falta es todavía más
grave. Según Juan Mollá, presidente de la Asociación Colegial de Escritores (ACE) y uno
de los mayores expertos en propiedad intelectual en nuestro país, “la ley es muy
clara: no hay excepciones”. Nadie puede saltarse el proceso sin incurrir en una
ilegalidad.
¿Quién es “M. Blanco”?
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Guardianes del tiempo |
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M. Blanco es un traductor eficaz y cumplidor, a juzgar por la
velocidad a la que trabaja. En el ISBN figura su nombre completo, según PulpEdiciones:
Manuel Blanco Rovira.
El primer problema con este profesional surgió en un foro de
www.cyberdark.net. A raíz de una reseña de Iván Olmedo aparecida en la
misma web, un lector se quejó de que la traducción de Guardianes del tiempo (Poul
Anderson, colección Aelita) era un calco de otra realizada hacía años por Trinidad
Valiente. En este caso, la pista para detectar la copia fue una referencia a la
“cuesta de Moyano”, un conocido lugar de compra-venta de libros usados en Madrid, que no
estaba en la versión original (en inglés). No hacían falta demasiadas pistas, de todas
maneras: ambas versiones son casi gemelas.
PulpEdiciones se apresuró a emitir un comunicado oficial
fechado en Villanueva de la Torre el 27 de septiembre de 2003(2).
En él se reconocía el “fusilamiento” (sic) y se cargaba toda la responsabilidad
en el traductor, de quien en aquel momento no se daba nombre “sometiéndonos a la
legalidad vigente”. A continuación, a pesar de que se reconocía un presunto delito
cometido por una persona contratada para realizar un servicio, “no se retirarán del
mercado los ejemplares de Guardianes del tiempo”. Eso sí, para Trinidad
Valiente “quedan reservados todos los derechos de su trabajo”.
Pulp continuaba: “salvo las obras traducidas por este autor,
todas las demás obras publicadas por PulpEdiciones han sido escrupulosamente traducidas
a partir de ejemplares obtenidos de diferentes medios y siempre en su lengua
original”.
Desde entonces, M. Blanco ha traducido bastantes más títulos
para PulpEdiciones. En aquellas fechas, Román Goicoechea no explicó por qué seguían
encargando trabajos a alguien que dañó la “imagen, honor y buen nombre” de la
editorial y contra quien se “emprenderá las acciones legales de carácter
administrativo que considere oportunas” y que “hizo uso en beneficio propio del
trabajo de Dña. Trinidad Valiente”. Tampoco detalló cuáles son las “acciones
legales” y por qué éstas no impidieron a M. Blanco trabajar para la empresa.
Este comunicado es un engaño deliberado a los lectores. Las
once traducciones que Pulp ha publicado firmadas por M. Blanco son copias ya reconocidas.
M. Blanco era un pseudónimo que se usaba en el mundo de la ciencia-ficción
española en los años 70 para traducciones “fusiladas”. Ediciones Dronte,
el sello relacionado con la clásica revista Nueva Dimensión, lo empleó en varias
ocasiones. Hasta el momento, Goicoechea siempre ha negado la relación entre el M. Blanco
histórico y el actual. Dio una segunda versión a principios de 2004: el nombre sí
es “un pseudónimo de un señor de Andalucía del que no puedo dar datos. Cobra en negro.”
“Nos la jugó bien jugada”, prosigue. ¿Y por qué hicieron
más encargos a ese “señor de Andalucía” después del primer problema? ¿Por qué no
se puso el resto de la colección Double en cuarentena a la espera de comprobar si había
más copias? “Decidimos seguir adelante y, más tarde, si comprobábamos que eran
plagios y aparecía el traductor original, negociaríamos con él y corregiríamos los datos
en el ISBN”.
La explicación de Andrés Sofío es diferente. Admite, por fin,
que las sospechas vertidas sobre M. Blanco son ciertas: “Es un pseudónimo de Román
(Goicoechea) y otra gente. Se utiliza desde siempre. Cuando empezamos, vimos que ese
nombre se había usado con anterioridad. En muchos libros antiguos nos es imposible
localizar al autor de una traducción”, a pesar de que en todos los citados figura
claramente, “o no lo podemos localizar. Si luego aparece, le pagaremos”. Lo que no
explica es por qué cambiaron la firma del autor real presuntamente “inencontrable”
por la de un personaje ficticio.
Los derechos de los traductores son similares a los de los
autores: una editorial sólo puede ejercer el derecho de explotación si el propietario lo
consiente por medio de un contrato. Lo contrario, como la actuación de PulpEdiciones,
está fuera de la legalidad.
“No habrá más traducciones de M. Blanco”, promete
Goicoechea. ¿Qué sucederá entonces con El reino de las sombras / El fuego de
Asurbanipal (Robert E. Howard) o con Jinetes del salario púrpura / La
balada de Beta-2 (Philip José Farmer / Samuel R. Delany), próximas novedades en
Double? “Si ya hubieran salido, constará el traductor real en el ISBN”. Por el
momento, aparecen bajo el nombre del ubicuo y fantasmal señor Blanco.
Más allá de M. Blanco
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Averoigne |
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Los casos de presunto plagio no se limitan al ficticio M.
Blanco. Arturo Villarrubia acusa a Román Goicoechea de “fusilar” sus traducciones de
Los mundos perdidos (Edaf) en Averoigne: Los mundos perdidos, de Clark
Ashton Smith. Una comparación de los relatos que comparten el libro de Edaf y el de
PulpEdiciones (no todos están en ambos) deja en evidencia que las traducciones firmadas
por Goicoechea son calcos casi exactos de las de Villarrubia, propiedad de la editorial
Edaf, que “ya ha pedido explicaciones”.
De los párrafos que Villarrubia pone como ejemplo, los más
llamativos están extraídos del cuento “El final de la historia”. Existen dos
traducciones previas a la de Pulp, de Eric Navarro y P. J. López Quintana. En ellas, uno
de los personajes, un fauno, habla como una persona normal, en un lenguaje llano. En la
de Edaf, dicho personaje adopta un tono arcaizante, reproducido palabra por palabra por
Goicoechea. “Me tomé la libertad” señala Villarrubia “de cambiar la colocación
de los verbos haciéndole hablar como Yoda (p.116 de la edición de Edaf y p. 184 de la de
Pulp). Ni que decirse tiene que en el original los verbos están en su sitio”, lo que
los convierte en una especie de marcas de fábrica. La acusación no se limita a
este relato, sino que se extiende al resto.
Román Goicoechea dice que “todavía espero que me diga dónde
está el plagio. Son meras concomitancias (sic)”. Y como demostración señala que a
algún relato se le han añadido párrafos que faltaban en la edición de Edaf: “Nos
hemos preocupado de corregir y completar los cuentos. Es una traducción hecha del
original”. Sin embargo, el parecido global es demasiado evidente como para pasarlo
por alto (Ver Apéndices).
En cuanto a Lankhmar I, las “coincidencias” con la
versión de Jordi Fibla para Martínez Roca (de mediados de los ochenta) son
indiscutibles. Cotejando el libro de Pulp con los de los dos primeros de la saga de
Fafhrd y el Ratonero Gris en Martínez Roca se percibe que, en un principio, la intención
de Goicoechea fue corregir el estilo y fallos ortográficos de la anterior en relatos
como “Las mujeres de la nieve”, “El Grial impío”, “La maldición del círculo” y
“Encuentro aciago en Lankhmar”: las páginas iniciales de cada uno de ellos son
diferentes entre ambas versiones, pero en las finales Goicoechea optó por seguir
fielmente la versión de Fibla. La “Introducción” y el cuento final, “Las joyas en el
bosque”, son copias casi íntegras. En este último hay algún ajuste mínimo, como cambiar
“el año del Gigante” por “el año del Behemoth”. (Ver Apéndices).
Hay más traducciones de Román Goicoechea copiadas de ediciones
anteriores. Una princesa de Marte (E. R. Burroughs), por ejemplo, es tan fiel a
la de Andrés Esteban Machalski para Intersea que incluso mantiene erratas como la de la
página 19 (versión Pulp) de escribir “extremada mente” por separado. La dificultad de
localizar libros en el mercado de segunda mano ha impedido comprobar toda la serie de
John Carter.
También la Trilogía del reverendo Hake, idéntica a la de
la de Luis Vigil para la revista Asimov en los años 80 (no confundir con la
actual encarnación de Asimov, a cargo de Robel) y Los pasillos del tiempo (Poul
Anderson), aunque con respecto a la versión que circula por Internet (de Producciones
Editoriales) tiene cambios sustanciales en la distribución de los capítulos: Pulp
recupera una buena porción del texto.
De los calcos citados, Román Goicoechea sólo admite el del
libro de Hake y rechaza el resto. “No me apetecía hacer la traducción por problemas
personales”, confiesa, “así que cogimos la de Luis Vigil”. El que vaya
firmada con su nombre, en vez de con el del veterano profesional es “un error que no
hubo tiempo de cambiar en el libro, que ya estaba en imprenta, pero sí en el ISBN”.
Esta corrección, que subsanaría una falsedad en registro público, no se ha realizado.
“Me puse en contacto con Luis Vigil”, dice Andrés Sofío
“y nos cede la traducción encantado, sin ningún problema”. Vigil, que se confiesa
“desvinculado” de la CF como profesión, aunque no como afición, da una versión un poco
diferente: “Me escribieron una carta disculpándose porque publicaron mi traducción
‘por una confusión’. En esa carta me piden que les envíe una factura por la traducción
del libro de Hake para pagármela ‘lo antes posible’. No me precisan cuándo”.
PulpEdiciones también ha tenido problemas con otras
traducciones, aunque por motivos diferentes. Por ejemplo, la de Almuric (Robert
E. Howard), cuya salida en la colección Gotas ha sido retrasada, o las de los libros de
Gordon R. Dickson. Su Ciclo de los Dorsai fue publicado hace más de una década por
Miraguano con versiones de Francisco Arellano y Elías Sarhan. José Mª Arizcun, director
de la editorial, explica que compraron las traducciones a sus autores antes de la actual
Ley de Propiedad Intelectual, que sólo permite adquirir el derecho de explotación.
Andrés Sofío dice que “tengo el consentimiento de Arellano.
No le pagamos nada por las de Dickson. Por Almuric, 400 euros. Cuando tengo que
negociar una compra, voy al traductor”. En el caso de Elías Sarhan, “fue
imposible localizarlo”. Francisco Arellano declina hacer declaraciones.
“Nuestro abogado aconseja que lleguemos a un acuerdo
amistoso”, señala Arizcun, aunque no se muestra esperanzado, puesto que
PulpEdiciones “lleva mucho tiempo sin contestarnos”. La librería dejó de vender
libros de la editorial a principios de este año, al igual que hizo Gigamesh en diciembre
de 2003, por sus “prácticas” irregulares.
León Arsenal, codirector de la colección Gotas, afirma que
“no me parece bien todo lo que se está montando”, refiriéndose al revuelo que han
provocado las acusaciones a PulpEdiciones, y añade que lo considera el resultado de
“una guerra entre pequeñas editoriales por quedarse con el pastel de la
ciencia-ficción en España”. Eso sí, es contundente al afirmar: “los derechos
legítimos hay que pagarlos” si Miraguano demuestra que es propietaria de las
traducciones. “Si se cometen errores, hay que asumir las consecuencias”, añade,
refiriéndose tanto a PulpEdiciones como a aquellos que “calumnian” a la editorial
en Internet.
“Miserias”
El “pastel” que está en juego es, efectivamente, el de la
ciencia-ficción española, pero no en el sentido que León Arsenal usa, según otros
afectados.
“Son miserias”, sentencia Rafael Marín, uno de los más
destacados autores de género en nuestro país, para resumir la relación de varios
profesionales con PulpEdiciones. El eterno problema de la CF española, a juicio de
Julián Díez, ex-director de la revista Gigamesh y colaborador de Minotauro (Planeta), es
que “demasiadas cosas se hacen apalabrándolas, sin que medie un contrato. Es una
herencia de nuestro pasado, de que hay gente que ha dado el salto de fan a profesional
pero quiere seguir comportándose como fan”. La consecuencia es que se incurre en
prácticas poco claras o presuntamente ilegales.
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Centauro |
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Marín ha tenido roces serios con los responsables de la
editorial. Después de que Pulp usase su antigua traducción de Nuestra señora de las
tinieblas (Fritz Leiber, originalmente para Martínez Roca), por la que cobró,
continuó con una original, La tierra olvidada por el tiempo (E. R. Burroughs),
que finalizó “a finales de febrero o principios de marzo” de 2003. La promesa de
“cobrar en septiembre” de ese año no se cumplió. Afirma no haber obtenido “ni
un duro” por las tres novelas que contiene el volumen ni tampoco “indicios”
de recibirlo próximamente. De hecho, “ni siquiera me han mandado los ejemplares de
cortesía”. Tampoco ha cobrado los derechos apalabrados por su colección de cuentos
El centauro de piedra (2002). Mientras que aguardaba por el dinero, Pulp le
propuso la traducción de Imajica (Clive Barker), que dejó “aparcada” en mayo de
2003.
Ángel Torres Quesada, uno de los decanos del género en España,
se considera “estafado” por PulpEdiciones. “Cuando Román (Goicoechea) y Andrés
Sofío me pidieron algo para publicar y les envié Los sicarios de Dios (colección
Aelita, 2001) pensé que, por fin, había encontrado una editorial en la que podía
confiar. Verbalmente me prometieron como pago el 10%. Me hablaron de enviarme los
contratos, que aún estoy esperando”.
“Más adelante Román (Goicoechea) y yo llegamos al acuerdo de
publicar la Trilogía de los Dioses”, continúa Torres Quesada, “para lo que
me tomé el trabajo de revisar las dos novelas publicadas, así como la inédita. Mientras
tanto esperaba el pago de Los sicarios de Dios. Andrés (Sofío), por teléfono,
manifestó su alegría por las ventas de la Trilogía..., que según él sólo en
Madrid fueron de 800 ejemplares. Me dijo que para marzo recibiría la liquidación. Era
diciembre de 2002. En enero (de 2003) recibí un pequeño pago parcial a cuenta”.
Pero había una cantidad mayor pendiente. “Pasaron unos
meses. El teléfono que yo tenía ya no lo cogía nadie”. Mientras tanto, Román
Goicoechea le ofreció recuperar otras de sus antiguas novelas. Pero Torres Quesada cerró
la relación con el sello hasta que no cumplieran lo pactado.
José Carlos Canalda escribió para PulpEdiciones Luchadores
del espacio, ensayo dedicado a la clásica colección de bolsilibros del mismo nombre.
Sobre su negociación con Pulp dice que “me prometieron desde el principio el 8% sobre
el precio total del libro. Me dijeron que se estaba vendiendo bien y hace tiempo, a
raíz de que les pidiera uno o dos que necesitaba para compromisos, me respondieron que
no tenían ninguno, que la edición estaba prácticamente agotada, y que habían vendido
unos 400, estando el resto en la distribuidora o en las librerías. Es fácil echar la
cuenta aproximada del dinero que me deben”. El precio de portada del libro es 27,05
euros.
”En cuanto a cobrar, me dijeron que se hacía por años
vencidos. Pero cuando llegó septiembre de 2002, al año siguiente de su publicación, me
preguntaron si me importaba esperar a Navidad y acepté”. Pero el pago no llegó y en la
primavera de 2003 “intenté retomar el tema, pero siempre eran buenas palabras y
excusas”. Hasta hoy no ha vuelto a tener noticias.
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Kipsedon |
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Otros grandes nombres del género en nuestro país se sienten
decepcionados por PulpEdiciones. Ramón Brotons, que firmaba en los 50 como Walter
Carrigan, no habla de estafa porque “no hubo acuerdos previos” sobre derechos ni
cobros. Brotons, que escribió varios libros para Editorial Valenciana, dio permiso
“de buena fe” a Pulp para que publicase La odisea del Kipsedon.
“Escribí las novelas que la componen con poco mas de 20 años, y ya casi las tenía
olvidadas”. De lo que se queja Brotons es de la “mala educación” de los
responsables de la editorial: “Los estuve llamando durante mas de un año, pero no los
localicé. Me habían pedido una cuenta bancaria, supongo que para pagarme algo, pero ni
siquiera me enviaron ejemplares del libro”.
La sensación de sorpresa y desolación es generalizada. José
Carlos Canalda dice: “A mí me deben una cantidad pequeña, aunque no despreciable. No
pensé que iban a quedar mal por tan poco”. Este “tan poco” explica en parte
por qué nadie se ha querellado contra la editorial todavía. Las cantidades defraudadas a
cada afectado son tan bajas que pueden no merecer un esfuerzo tan grande (en tiempo y
dinero) como el que exige un proceso legal. Sumadas todas las “cantidades
pequeñas”, sin embargo, “sale una cantidad global bastante grande”,
afirman.
“Todo esto se arregla con la chequera”
Es la frase más repetida por los responsables y colaboradores
de PulpEdiciones cuando se les pregunta sobre lo que ellos califican de “errores”
(publicaciones sin cerrar acuerdos, impagos a traductores y escritores, calcos de
traducciones): “todo esto se arregla con la chequera”. Se refieren a que, una vez
desencadenado el conflicto por dichos “errores”, se puede llegar a acuerdos
ventajosos para no levantar polvareda.
“No hemos pretendido robar a nadie. ¿Que alguien ha salido
perjudicado de nuestra actuación? Indudablemente. Pero no lo hicimos con mala
intención”, explica Andrés Sofío. “Hemos cometido no uno, sino muchos errores. Todas
las editoriales los cometen” añade. “A todos se nos debe dar la oportunidad de
enmendarnos”.
Afirma que él “no estaba enterado” de las
“meteduras de pata”. ¿Cómo es posible que el administrador único de la empresa,
su máximo responsable, no estuviera al tanto de la enorme cantidad de “irregularidades”?
¿Cómo es posible que se le “pasara” el acuerdo de derechos, o que había alguien en su
empresa copiando traducciones antiguas y firmándolas con otro nombre? Achaca la
responsabilidad directa a Román Goicoechea: “yo daba por bueno lo que me decía. No
soy el editor, a algunos errores he llegado a tiempo y a otros no”. Aclara a
continuación: “defiendo a Román en todo”.
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Dioses de Marte |
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¿Por qué no se hizo bien desde el principio, puesto que se
sabía a quién acudir en el caso de los agentes y se obtuvieron ingresos por los libros
de españoles? “Además de que éramos novatos, hacer las cosas bien es un problema de
posibilidades” sostiene, lo que significa que “no siempre hay dinero”. Cuando
se le indica que, teniendo en cuenta que en muchos casos no se pagaron derechos ni
traducciones, el beneficio es mucho mayor, responde “tenemos un promedio de ventas
de unos 400 ó 500 ejemplares de cada título. No da para mucho”, cifras que
contrastan con las aportadas por los afectados y que son imposibles de comprobar de
fuentes neutrales. Pero eso no explica por qué no se ha liquidado siempre el
8-10% del precio de portada que le corresponde al autor por cada ejemplar, a menos que
este dinero se haya destinado a otros fines. Por cada libro con un precio de 10€
vendido, al autor le corresponde 0,8-1€, independientemente de que en el mercado haya
funcionado bien o mal. Un libro, un euro de liquidación.
¿Cómo es posible, además, que una editorial se mantenga durante
más de dos años vendiendo supuestamente tan poco? “Pues, por ejemplo, retrasando
pagos” o “escaqueándonos” (sic). “Ahorramos de donde se puede ahorrar.
Empezamos sin un duro y los gastos se dispararon porque metimos la pata con los primeros
títulos y perdimos mucho dinero”.
Puesto que Río Henares no presenta sus cuentas al Registro
Mercantil desde hace años, es imposible comprobar si, como afirma Andrés Sofío, la
editorial se vio en aprietos económicos en sus comienzos, lo que impidió cumplir con sus
compromisos. “Tengo un contencioso pendiente con Hacienda por este asunto”,
señala. Pero no cerraron el negocio a pesar de la “difícil situación”, sino que
siguieron pidiendo obras de autores españoles, encargando traducciones y editando libros
extranjeros en muchos casos sin permiso legal.
Por otra parte, la declaración de dificultades económicas
contrasta con el anuncio oficial que PulpEdiciones hizo el 1 de octubre de 2003 de su
asistencia a la Feria del Libro de Monterrey, México, de ese año y de la apertura de una
oficina en la ciudad de Cuernavaca en dicho país para servir “con prontitud y buenos
precios” a toda Hispanoamérica. ¿Cómo es posible que hubiera dinero para invertir en
este proyecto si el balance de la editorial “está a cero o incluso es negativo”?
Según Andrés Sofío, la “aventura americana” consistió sólo en “el envío de 30
ejemplares de cada libro, que todavía no nos han liquidado”. Al final, la iniciativa
“quedó en nada”.
A pesar de que Sofío confiesa que los retrasos en los pagos
fueron intencionados, dice que piensa satisfacer todas las deudas pendientes. No ha
cumplido con la promesa de liquidarlas en Navidad de 2003; la retrasa a marzo de 2004:
“Acompañaré el dinero de una carta de disculpa”. Se queja, además, de la actitud
de los acreedores: “Están aprovechando esta situación para reclamar. Sin embargo, en
su momento les dije: entiendo que reclaméis vuestro dinero, pero comprended que estamos
creciendo, vamos jodidos, tened paciencia. Cobraréis tarde o temprano”.
José Carlos Canalda declara: “Eso de que no podía pagarme
porque no tenía liquidez pero que lo haría sin falta dentro de poco me lo ha repetido ya
tantas veces que parece un disco rayado. Lo único que quiere es seguir ganando
tiempo”. Rafael Marín añade que “llevan así un año en mi caso”. Y Ángel
Torres asegura que “Andrés (Sofío) podía empezar dirigiéndose personalmente a los
afectados dándonos esas disculpas”. No hay “liquidez” para darles el dinero
acordado, afirman, pero sí para seguir publicando.
“Llevamos invertidos en esta empresa 15 ó 20 millones de
pesetas” sentencia Sofío, en contra de su declaración inicial de que habían
comenzado “sin un duro”. Y añade: “Yo pienso seguir adelante. Si alguien cree
que nos vamos a retirar, se equivoca”.
La teoría de la conspiración
Román Goicoechea considera “dañado” su honor por lo que
define como conjura para expulsar el proyecto que co-lidera con Andrés Sofío del mercado
y que Julián Díez ha calificado como “el mayor escándalo de la historia de la CF en
España”.
En un correo electrónico previo a que estallase la polémica,
dirigido a varias listas de distribución(3) , uno de tantos que
Goicoechea envía periódicamente para anunciar los proyectos de la editorial, clamaba
contra el “puñadito de degolladores de vuelta de esquina que, a falta de otras
preocupaciones o trabajos dignos de esos que te requieren por completo para salir
adelante, se dedican a minar de la forma más cobarde y rastrera posible el trabajo de
otros a falta de una ocupación más honrada”.
Añadía: “Que el movimiento se demuestra andando es algo
evidente, que PulpEdiciones sigue adelante aportando (quizá es lo que más le duela) su
granito de arena al mercando (sic) de la literatura de fantasía, que yo he demostrado,
mal que bien, que conozco mi oficio y mi condición. Que, en definitiva, las balas que
usted dispara me rozan pero no me dan”. En ocasiones, sin embargo, el juego más
peligroso no es el duelo en plena calle, sino la ruleta rusa.
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NOTAS:
(1) Para la elaboración de un historial de la sociedad, se
solicitaron de Pulp ciertos datos básicos sobre la empresa. Los representantes de la
editorial respondieron que era imposible “facilitar información, ni fiscal ni
financiera, de Río Henares voluntariamente”. Esta información, sin embargo, es de
dominio público si la sociedad cumple con sus obligaciones legales. El hecho más
llamativo es que nunca han presentado cuentas desde el nacimiento del sello Pulp, aunque
sí antes.
Según datos del Registro Mercantil recogidos el 10 de diciembre de 2003, Río
Henares es una empresa constituida en noviembre de 1994. Con un capital social de 3.010
euros, su objeto es “la impresión y reproducción de textos o imágenes por cualquier
procedimiento, la edición de libros, gruías (sic) catálogos o cualquier otra publicación,
así como la edición de imágenes”. Desde el 1 de septiembre de 2001 posee un
administrador único, Andrés Sofío González. El 16 de mayo de 2001 se cambió el
domicilio, se produjo la “adaptación a Sociedades Limitadas” y se presentaron las
cuentas de varios ejercicios anteriores. El 16 de noviembre de 2001 se realizó una
“ampliación de capital por ajuste”. La hoja del registro de Río Henares está cerrada
“por falta de depósito de cuentas” anuales desde el 16 de mayo de 2001, en el que se
presentaron de golpe las de los ejercicios de 1996, 1997, 1998 y 1999. La del ejercicio
de 1995 se presentó un mes y un día más tarde.
No constan las de los ejercicios posteriores a 1999, fundamentales para conocer
el desarrollo de PulpEdiciones. No presentar cuentas de cada ejercicio es altamente
irregular de acuerdo con la legislación mercantil, que exige que se entreguen en el año
siguiente. Este tipo de información sobre una empresa debe estar obligatoriamente a
disposición de quien la solicite.
Además de libros de PulpEdiciones, Río Henares ha lanzado al mercado otros de
temática diversa, como Historia de la inmunología, de Javier S. Mazana o
Sevilla: historias de Corta, de Román Goicoechea Miranda
(2) Tanto la acusación como el comunicado oficial de
Pulp pueden localizarse en:
http://foros.cyberdark.net/nforos2.php3?cod=3&mens=357345
(3) Mensaje titulado “Los muertos que vos matáis” a
las listas gigamesh, artifex2, ghwhite, entre otras, todas ellas de yahoogroups, y a los
foros de la página cyberdark.net. Martes 9 de diciembre de 2003.
http://foros.cyberdark.net/nforos2.php3?cod=9&mens=441014
En él arremetía contra el autor de una “información anónima” en la que se avisaba
a uno de sus distribuidores de que PulpEdiciones “echábamos el cerrojo”.
Tras el estallido de la polémica en foros y listas de correo, Román Goicoechea
emitió otro comunicado de tono diferente, en el que pedía que no se le acusase en
exclusiva de los errores que eran responsabilidad de una “sociedad”,
refiriéndose a la empresa.
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