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LA NATURALEZA EN MIS MANOS

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Sandro Herrera Domínguez es conocido también como Kelemvor

por Sandro Herrera, Mayo 2002

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3

   De camino a la biblioteca no hacía otra cosa que comerme la cabeza pensando en mi actitud de antes. Yo nunca había sentido tanta pena en el corazón, ni siquiera  el día en que murió mi abuelo.

   Estaba yo sumergido en mis pensamientos, con la cabeza agachada, cuando de repente, la única persona que había en la calle (que además, iba en patines) se estampa contra mi. Nos caímos los dos al suelo, y me estaba escachando. Cuando vi que era un chaval de mi edad, le dije:

   - ¡Aparta imbécil! Y a ver si miras por donde vas, joder.

   - ¡Perdona tío! ......No te vi venir.

   Me levanté apoyando las rodillas en el suelo y él se quedó sentado en el suelo un momento, luego se levantó. Cuando él se levantó le dije:

   - ¿Me has tomado por subnormal?, Esa excusa es muy típica. Si quieres pelea, búscate a otro porque yo no estoy de humor.

   - Tu mismo acabas de decir que no hay nadie en la calle.

   - Y tu realmente quieres que te dé una ostia ¿verdad?

   - Tranquilo, sólo pretendía ser gracioso.

   - ¿Pero no te das cuenta de que no lo eres, chaval?

   - Vale, vale, perdona. Empecemos de nuevo, soy Roberto y me acabo de mudar a ésta ciudad.

   - Empezamos mal. Te repito que yo no soy subnormal. Llevo toda mi vida viéndote por aquí con tus estúpidos patines.

   - ¿Y nunca has pensado en mí?

   - Oye tío, yo soy muy liberal, pero tú ya me estás empezando a dar asco.

   Roberto empezó a soltar carcajadas que me llegaron a incomodar.

   - Creo que te estás equivocando, Oscar.

   - Joder, ¿como demonios sabes mi nombre?

   - Te oí antes, cuando hablabas sólo.

   - Yo no he hablado sólo.

   - Si que lo has hecho, y si no me equivoco, también estabas llorando.

   - ¿Se puede saber que coño haces espiándome? Se me está acabando la paciencia.

   - No te espiaba, yo iba a entrar a la plaza y como te vi llorando di la vuelta

   - Pues vale, asunto cerrado. Ahora si no te importa, me tengo que ir a estudiar a la biblioteca.

   - ¿Puedo ir contigo?

   - No, no puedes. Tengo que estudiar.

   - Vale, de acuerdo.....

   Se alejaba rápido con sus patines y terminó de decir:

   - ........  pero llámame.

   Para mis adentros dije: “Éste tío está colgao”.

   Me di la vuelta para comprobar que se alejaba y lo hacía. Me quedé mirándolo, pero, más que a él, miraba al dorso de su camiseta amarilla, que llevaba por dibujo la palabra: DREAM....

   Cuando llegué a la biblioteca me senté en una mesa para cuatro personas, pero que estaba vacía. Para cerciorarme de que nadie se sentara  allí, colgué mi jersey en la silla de al lado y la mochila en la silla de enfrente. Quedaba un asiento libre, pero de todos modos había poca gente allí, así que no me preocupé.

   La biblioteca estaba en el silencio más absoluto, y yo sólo pensaba en los Reyes Católicos, que era en lo que tenía que pensar para aprobar Historia. De repente se oyó un ruido que en otro lugar sería ínfimo, pero que en la biblioteca parecía algo grave. Me levanté para ir a mirar lo que pasaba, pero enseguida apareció Roberto con sus patines. Traía cara de dolor y se agarraba el codo izquierdo con la mano derecha.

   - ¿Qué ha pasado?, ¿Qué demonios haces aquí? -pregunté-

   - Gracias por tu atención, ya veo lo que te preocupas por la gente. -Roberto se enfadó, pero sin embargo, su cara y su tono de voz no dejaron de parecer amables-

   - Perdona....lo.....lo siento. ¿Que te ha pasado?

   - Acabo  de estamparme contra una estantería llena de libros de Matemáticas y, odio las Matemáticas.

   - Que mala suerte. Pero dime, ¿qué haces aquí?

   - Pasé de nuevo por dónde nos encontramos y vi esto. Supuse que era tuyo.

   Roberto sacó mi cartera del bolsillo de su chándal. Extendió la mano para que la cogiera. Yo lo miré con cara de desconfiado y me toqué los bolsillos para comprobar que la había perdido. Al comprobarlo, cogí mi cartera de su mano y me dispuse a abrirla.

   - ¿Desconfías de mí? -dijo él-

   - Por supuesto.

   La abrí y estaba todo en orden: mis carnés y mi moneda de dos euros. Después de pensarlo bien, le dije:

   - Vale, gracias, pero por favor, lárgate y déjame estudiar.

   - Tranquilo, no pensaba quedarme mucho rato, mi novia está esperándome.

   - ....¿Cómo será la novia de este colgao?-dije en voz baja-

   - Perdona, ¿qué has dicho? –por primera vez, vi a Roberto serio-

   - No, nada, nada. Pero, ¿te vas o no?

   - Si, si, ya me voy.

   Se dio la vuelta y en el dorso de la que parecía ser la misma camiseta que tenía antes, ponía: ...OR REALITY?

   - Que rápido se cambia de ropa este tío. Al menos es higiénico. Que querrá decir dream or reality?

   Cuando me dirigía a la mesa, empecé a buscarle un significado al mensaje de la camiseta.

   - Reality significa realidad, pero no tengo ni idea de lo que quiere decir dream.

   Fui corriendo a buscar un diccionario de inglés para encontrar el significado de esa palabra.

   Cuando cogí el único diccionario de inglés que había en la estantería, se me abrió directamente por la página dónde estaba el significado de reality, pero había algo más. Había uno de esos papelitos amarillos que se pegan, estaba doblado dos veces. Cuando lo abrí, ví un número de teléfono. Miré a mi alrededor por si alguien vio lo que yo hacía, pero sólo ví a una chica moderna, de pelo azul (teñido por supuesto) y con muchos pequeños moños en la cabeza. Vestía con un top negro y un pantalón blanco que le llegaba hasta las rodillas. Llevaba plataformas, pero era alta aún sin ellas. Ella me miró y se fue apresurada.

   - Creo que alguien quiere que la llameeeee –me puse a canturrear en voz baja- y creo que es esa chicaaaaa y lo voy a haceeeeer, esta misma nocheeeee.

   Un tipo alto de cabeza rapada se dirigió hacia mí, y en un tono cabreado, me dijo:

   - ¿Te importaría dejar de hacer el imbécil? , Llevo diez minutos escuchando tu conversación con ese sujeto y encima ahora te pones a cantar sólo.

   - Perdóname, pero créeme que la conversación con ese “sujeto” me ha molestado más a mi que a ti, te lo aseguro.

   - Por esta vez no te haré nada, pero la próxima... –hizo una pausa y luego levantó el puño a la altura de mi cara, tenía una pulsera de cuero negro con pinchos de metal. Luego continuó- ... La próxima vez que me molestes, te puedo romper la cara.

   Me quedé pensando por un momento en qué le iba a decir a ese heavy. Al fin me dí cuenta de que respondiéndole, solo iba a hacer que otro desconocido tuviera algo que ver conmigo y con Roberto, ya tenía suficiente.

   Mientras yo pensaba, el aprovechó mi silencio para quedar bien:

   - Así me gusta, que se me respete.

   Yo, sin decir ni pío, me fui, incrédulo, pensando en que en menos de una hora, me había topado con dos extraños que, aunque yo no tenía nada que ver con ellos, ellos tenían bien claras las intenciones con las que se me acercaban.

   Me dirigía a mi mesa leyendo el papelito dónde estaba el número de  teléfono de la chica del pelo azul. Sentí al heavy caminando detrás mía y cuando me paré en el pasillo dónde estaba mi mesa, lo vi pasar de largo. Me quedé mirándolo mientras me guardaba el papel en el bolsillo derecho y el seguía caminando hasta que llegó a dónde estaba su mesa, que estaba tres pasillos después del mío. ¿Entonces como pudo escuchar mi conversación con Roberto?

4

   En ese momento dejé de comerme la cabeza y me concentré en mis estudios.

   Ya eran más de las ocho y yo estaba “casi” preparado para el examen, así que decidí irme.

   Cuando empecé a avanzar por el gran pasillo, sólo se oían mis pisadas. Tan sólo había dado tres pasos y, de repente se pagaron as luces de la biblioteca. Al apagón le siguió un grito alejado de una chica que seguramente se había asustado por el apagón.

   La biblioteca no estaba del todo oscura porque por unos grandes ventanales se veía la luna llena, completamente azul, echando sobre el edificio una luz muy tranquilizadora.

   Decidí quedarme quieto allí hasta que volviera la luz artificial. Estuve mirando la luna, y ésta, de pronto empezó a verse rodeada e un polvo blanco y brillante que hacía alumbrar más la biblioteca. Enseguida vi como la superficie de la luna era tan sólo el párpado de un gran ojo, un ojo como el de mi sueño. El polvo blanco que rodeaba la luna era ahora una capa de llamas azules. No parecía que el ojo estuviera alejado de la Tierra, era como un pequeño ojo que acechaba por las ventanas del edificio. Parpadeó una vez muy lentamente y comenzó a acercarse a la ventana por la que yo estaba observándolo. Entre más se acercaba, más fuerte era la luz. Cuando llegó a la ventana comprobé que el tamaño era el mismo que el del sueño y la luz que emanaba de las llamas, estaba iluminando por completo la biblioteca.

   Yo estaba mirando al ojo con la boca abierta y parecía como si lo que pasase a mi alrededor me diera igual, me tenía hipnotizado por su belleza. Mi hipnosis se detuvo cuando escuche un ruido en la sala. Miré a mi alrededor y todo estaba bien. La luz había vuelto y una chica que pasaba por mi lado me dijo:

   - Óscar, por favor, no le digas a nadie que me he puesto a gritar como una estúpida –la chica era Clara, la popular de mi clase y, por lo visto, era la del grito-

   - Ah!, ¿eras tu la del grito?

   - ¿La del grito?, Dirás la de “los gritos”. Pero si me he puesto como una poseída a llorar. Ha tenido que venir corriendo el tipo heavy ese a ver que me pasaba.

   - Pues yo sólo te he oído gritar una vez, pero ¿aquí no hay nadie más que nosotros tres?

   - En esta sala no, y me extraña que los de las otras salas no me hallan oído.

   Cuando Clara terminó de hablar se escuchó el ruido de antes otra vez. Eran los altavoces, y supongo que la bibliotecaria nos iba a decir algo:

   - .....POR FAVOR DISCULPEN EL APAGÓN DE LUCES. AL PARECER HA SIDO EN TODA LA CIUDAD. AHORA SI NO LES IMPORTA, LES RUEGO QUE VUELVAN A GUARDAR SILENCIO. BUENAS NOCHES.

   Clara y yo nos encontrábamos mirando al techo como dos idiotas, luego, ella me dijo:

   - Ya lo sabes Óscar, por favor, no se te ocurra comentar esto a nadie de la clase.

   - Descuida.

   Ella no se despidió, simplemente se fue de la sala muy apresurada. Cuando el heavy La vio salir, se fue tras ella y, como yo ahora estaba solo, emprendí la marcha, no sin antes mirar a la ventana, pero el ojo ya no estaba allí, ni la luna.

   Antes de que pudiera cruzar la puerta de la sala se escuchó el ruido de los altavoces otra vez:

   - SEÑORITO ÓSCAR  DE LEÓN.......NECESITO...-la voz grave de la bibliotecaria pasó a ser dulce y suave... como la del ojo. Luego, la voz ya no parecía oírse en toda la biblioteca, sino en mi cabeza.- Óscar....necesito....necesitamos que creas en lo que te rodea....-la voz calmada empezó a afanarse- Confía en los extraños....si oyes ruidos detrás de ti cuando estés solo en la calle, mira hacia atrás. Cree lo que te diga un niño o un loco.........Despierta...tus sentidos....por favor, CREE EN TODO LO QUE TE RODEA.

   Al final del mensaje solo le siguió un absoluto silencio y yo, anonadado, salí de la biblioteca corriendo.

                                                          

5

   Caminé despacio hasta mi casa, pero cuando llegué a la plaza, no había nadie y la poca luz que arrojaban las dos farolas, hacían que aquello pareciese un parque fantasma, entonces aligeré el paso hasta mi portal. En el corto camino que me quedaba, solo escuché mis pasos y el lamento de una paloma que probablemente fuera la que había visto unas horas antes.

   El sonido de la paloma venía de la palmera, pero cada vez que me alejaba mas de ésta, yo escuchaba más fuerte el lamento.

   Sentí que la paloma estaba sufriendo y por un momento pensé en llevarla a mi casa para intentar curarla. Mi familia estaba en casa de mi abuela y volverían tarde, así que olvidé mis temores, olvidé todo lo que había pasado en la biblioteca y fui a por la paloma.

   Me di a vuelta y di cinco pasos, en sexto paso escuché un extraño ruido que no sabía de dónde provenía, me asusté y dije en voz baja:

   - Óscar, por dios, que demonios haces. Para qué quieres una paloma.

   Di media vuelta, pero no me dio tiempo de empezar a caminar, pues la paloma empezó otra vez a llorar. En realidad creo que me llamaba, me pedía ayuda. Así que no me negué y fui a cogerla.

   Cuando llegué a la palmera, empecé a dar vueltas alrededor de ésta, pero la paloma no estaba allí, sin embargo, yo seguía escuchándola.

   - Vale, palomita, si no quieres que te ayude, tu te lo pierdes.

   Mientras decía esto, me apoyaba en la palmera. Luego, me crucé de brazos y me puse a observar el cielo, lleno de estrellas. Me dí cuenta de que esa, era una noche fresca, pero no me importaba, la belleza del firmamento me tenía embrujado. Aunque no hubiera rastro de nuestro querido satélite, el cielo era igual o más hermoso que cuando lo vi por última vez desde los ventanales de la biblioteca.

   Nunca pensé que la combinación de la luz de las estrellas y el sonido de los grillos, diera lugar a una experiencia tan gratificante.

   La paloma seguía lamentándose, y yo no la había olvidado, pero no podía dejar de mirar el paisaje. No lo dejé de mirar hasta que con el rabillo del ojo izquierdo, vi que algo se movía en el suelo. Entonces, sin mover la cabeza, eché una mirada y vi a la pobre paloma dirigiéndose a mí dando pequeños saltos sobre su única pata sana.

   Siguió avanzando hasta que estuvo a un metro en frente mía. Se quedó un momento mirándome y luego empezó a batir sus estropeadas alas lentamente, hasta que empezó a coger fuerza. Entonces se elevó del suelo y siguió hasta que llegó a la altura de mi cabeza.

   Cuándo la tenía en el punto de mira de mi nariz, la paloma se puso a batir las alas rápidamente, sin moverse bruscamente de la posición en que estaba.

   Casi sin darme cuenta, la paloma enferma y fea que yo conocía, empezó a transformarse en una paloma bella, de cuello reluciente y alas en perfecto estado. El buche menos hinchado y las patas bien cuidadas.

   El ave no había cesado su aleteo, pero iba descendiendo poco a poco. Cuando ya llegó al suelo y había dejado de batir sus alas, la paloma era ahora una hermosa tórtola.

   La tórtola me miraba y picoteaba el suelo repetidamente. Me agaché con cuidado, extendí las dos manos y la tórtola se dirigió a mi sin ningún temor. Cuando se subió a mis manos, se acurrucó y entrecerró los ojos.

   - Creo que voy a empezar a plantearme bien todo lo que me está pasando.

   Me las ingenié para que el ave estuviera cómoda en mi mano izquierda (donde me había rajado hacía unas horas) y con la derecha me saqué las llaves de mi casa del bolsillo. Me levanté y mi mascota y yo nos fuimos silenciosos para el portal.

   Al entrar en mi casa, comprobé que, efectivamente, no había nadie. Me dirigí a mi habitación y la tórtola seguía acurrucada cómodamente en mi mano izquierda, pero en el momento en que entramos en mi cuarto, ella levantó el cuello y echó un vistazo a la habitación, luego se puso en pié y saltó de mi mano al suelo, quedándose al pié del sofá negro.    

   Comenzó de nuevo el aleteo, pero esta vez sin elevarse del suelo. El polvo blanco y  brillante que yo había visto antes, comenzó a envolver a la tórtola, ocultándola por completo.

   El polvo empezó a elevarse, giraba alrededor de el ave formando un pequeño tornado mágico y mientras tanto, yo miraba el espectáculo atónito.

   Cuando el tornado estuvo mas o menos a mi altura, cesó, y el polvo, que ahora era niebla azul, comenzó a bajar ocultando muchas partes del piso de mi cuarto pero descubriendo a una figura humana esbelta y femenina, de pelo rizado negro y unos preciosos ojos de obsidiana que le daban un toque sobrenatural a aquella hermosa dama que vestía una túnica de seda blanca.

   De los labios negros de aquella mujer salió el mismo tono de voz que tenía el ojo azul, y me dirigió a mí unas palabras:

   -No dejes que el miedo se apodere de ti en este momento, pues yo no soy temeraria. Soy Dryselle, Madre y Protectora de la Naturaleza.

6

   Aquello era increíble, la mujer desprendía una belleza natural. No podía pestañear porque no quería perderme ninguno de los detalles de la mujer.

   De tez blanca y sin arrugas, Dryselle aparentaba unos treinta y cinco años, pero la sabiduría de su voz confirmaba que esa dama era muy antigua.

   Ella, al ver mi enmudecimiento, me lanzó una sonrisa y me dijo:

   -Óscar, se que es difícil no hacerlo, pero no debes ponerte a pensar en todo lo que te está sucediendo. No hay tiempo para preocuparse, ni siquiera para temerme.

   Tragué saliva, pues tenía la boca seca de tenerla tanto tiempo abierta. Y ahora yo estaba dispuesto a averiguar que estaba pasando. Con voz baja y nerviosa le dije:

   -N.....no...no te temo....es que tu belleza me ha dejado hipnotizado.
    -Te lo agradezco, pero mi belleza no es real, yo no soy real en tu mundo, sin embargo hay muchas cosas bellas y reales que están desapareciendo de la faz de la Tierra.
    -¿Qué quieres decir?
    -Durante millones de años he sido la encargada de mantener viva la belleza de la Naturaleza en tu mundo. Pero ahora he sido despojada de gran parte mis poderes por unas razones que no vienen a cuento, y si no hacemos algo, el trabajo de tantos milenios no habrá servido para nada y entonces será el fin de la Tierra.....y.....mi fin.
    -Por libros que he leído y películas que he visto, se más o menos que me estás intentando decir, pero tienes que explicarte un poco mejor.
   -Óscar, lo que has ido sintiendo últimamente por la Naturaleza te ha ablandado mucho el corazón, y eso es bueno, te ha hecho ver cosas que de otra manera no verías jamás. Pues bien, esos sentimientos te los he transmitido yo durante unos años, y han venido a surtir efecto ahora.
    -Te refieres a lo del gato muero, y la palmera y....
    -Y la paloma, exacto. Pero con esto te quiero decir que hay otras personas en el mundo que han sido influenciadas de otra manera. Mis Caballeros se han esparcido por el mundo para transmitir esos sentimientos a otras gentes. Pero lamentablemente los Caballeros de Leivdagma son más numerosos e influyentes.
    -¿Quién es Leivdagma?
    -Ella es la Madre y Fundadora de la Destrucción, y también tiene sus propósitos.
    -¿Y cuáles son esos propósitos?
    -Convertir tu mundo en una gran metrópoli, y destruir a la Nauraleza, destruirme a mí. Y antes de que me preguntes porqué has sido elegido tú, te diré que para esa cuestión no hay respuesta. Simplemente has sido escogido al azar. Pero te repito que no eres el único que está en ésta situación. Mis Caballeros están en las más importantes ciudades del mundo para así salvar a la Naturaleza.
    -¿Pero porqué yo he sido influenciado por ti y no por uno de tus caballeros?
   -Porque tu eras el más difícil de influir, al vivir en la ciudad más grande del planeta.
    -¿Y qué hay de los influenciados por Leivdagma y sus Caballeros?
    -Pues ellos son gente anónima como tú, pero lo mas probable es que tengan algún poder sobre el pueblo o sean jefes de alguna organización.
    -¿Te refieres a los políticos?
    -No estoy segura, pero es una buena opción. Piensa que si Leivdagma, con sus pocos poderes, lograra convencer al presidente de una nación, éste podría llegar a mandar a construir una ciudad en medio de un bosque, comenzando así la destrucción del medio ambiente. Pero te repito que no estamos seguros de quiénes son los influenciados por la Destrucción.
    -Ya voy entendiendo. Pero entonces, ¿cuántas personas hay influenciadas en todo el mundo?
    -Cada uno de mis ocho caballeros tiene a una persona bajo su tutela, pero Leivdagma tiene trece caballeros, con lo cual su poder de influencia es mayor. Pero tu no tienes que preocuparte por ellos. Tu misión es descubrir al mal influenciado en tu ciudad.
    -¿Y cómo puedo hacer tal cosa?
    -A casi todos los elegidos se les dan una serie de pistas y, en muchas ocasiones, los caballeros no tienen que presentarse ante ellos. Pero tu has sido difícil de convencer, por eso estoy yo aquí. Siéntete privilegiado.
    -Vale, vale, pero ¿qué pistas me han venido a mi?
    -Eso tienes que averiguarlo tú, pues son cosas que yo no las controlo. Pero yo voy a estar siempre vigilándote y en algún momento, te seré de gran ayuda. Ahora te tengo que dejar solo, así que aprovecha para pensar en todo esto. Te deseo mucha suerte.

   Antes de poder decirle nada ya se había formado el tornado a su alrededor. Éste fue descendiendo de altura atrayendo todo el humo a su núcleo. Cuando el tornado se disipó, empezó a caer una pluma de tórtola del techo. Yo extendí mi mano izquierda y dejé que aterrizara en ella. Cuando ya tuve la pluma en mi mano, me di cuenta de que ya no tenía la tirita, ni tampoco tenía la herida.

@ 2002 Sandro Herrera
Prohibida la reproducción sin permiso expreso del autor

 

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