Esta crítica ha sido leída 7394 veces
Caballeros de Viriconium,
de M. John Harrison
Título original: The Pastel City
(1971)
Viriconium Nights
(1984)
Portada: Alejandro Terán
Traducción: Manuel de los Reyes
Editorial: Bibliópolis
Bibliópolis fantástica nº 16
(Viriconium 1)
(2004)
El libro en cyberdark.net
Libro disponible en la tienda de cyberdark.net
M. John Harrison
Libros en cyberdark.net
|
David Quirós Nuño (Lobokell), Diciembre 2004
Estamos en el anochecer de los tiempos, las Culturas del Atardecer han finalizado
mucho tiempo atrás y la barbarie se ha alzado de nuevo. De aquellas antiguas civilizaciones los actuales
pobladores de la Tierra sólo han heredado cierto número de máquinas, ruinas y residuos. Aunque, para el
que sabe buscar, siempre hay algún que otro artefacto oculto fácil de poner en funcionamiento. Sin embargo
la verdadera heredera fue la barbarie y, una vez más, como si se tratase de la Némesis de la raza humana,
el caos gobierna el mundo. Al menos una buena parte, hasta que un hombre tuvo una visión en la cual el
ser humano alcanzaba de nuevo el lugar que le correspondía. Ese hombre se rodeó de un valiente grupo de
caballeros y juntos lucharon contra los bárbaros para dar una nueva oportunidad a la palabra civilización.
Y de ese noble esfuerzo surgió un Imperio, cuya sede se instalaría en Viriconium, la Ciudad Pastel.
Sin embargo todo Imperio tiene un principio y un final, y éste no va a ser diferente.
Los bárbaros no siempre van a permanecer al otro lado de sus fronteras y sólo esperan el momento oportuno
para atacar. Un momento cuya llegada depende básicamente de dos factores: un líder que les una y un poder
que les asegure la victoria. Para desgracia de los habitantes de Viriconium dichos factores se han
producido. Canna Moidart, aspirante al trono que ahora ocupa la reina Methvet y que vive consumida por el
odio, ha unido bajo su mando a los crueles bárbaros, y además es la responsable de sacar a la luz a un
terror originado por las Culturas del Atardecer: los geteit chemosit. La amenaza es tal que los restos de
los antaño orgullosos Caballeros de Viriconium deben tomar de nuevo sus armas y liderados por el famoso
tegeus-Cromis y sus variopintos acompañantes deberán encontrar la forma de detener a la odiosa Canna
Moidart y sus horribles legiones.
Caballeros de Viriconium es el primer volumen de una trilogía de corte
fantástico creada por M. John Harrison. Se trata de un mundo muy peculiar, donde las espadas y armaduras
comparten el protagonismo con armas de energía y aeronaves. Pues aunque el nivel tecnológico de las culturas
existentes en el momento de esta narración es similar al de la Edad Media, aún se conservan muchas máquinas
y objetos del pasado, y los conocimientos para manejarlos, aunque no para construirlos. Es una situación
paradójica, pues cada vez que se arriesga un artefacto se corre el riesgo de perderlo para siempre. Al
mismo tiempo de ella surge una nueva raza de carroñeros, aquellos que se dedican a escarbar en las ruinas
del remoto pasado en busca de algún ingenio útil. Y también hay magia, una magia diferente. No se trata de
magia convencional, sino más bien de una sustancia, un ambiente que influye en ciertos personajes
proporcionándoles capacidades especiales. Asimismo hay ciertas tecnologías que tienen en sí mismas un halo
de magia. Y siempre presente, envolviéndolo todo, como si de una densa niebla se tratara, está el Tiempo.
Si, Tiempo, con mayúsculas, pues en la novela siempre está ahí, creando en ocasiones un ambiente un tanto
opresivo, como agente destructor de civilizaciones o, simplemente, como un decidido cazador que
inexorablemente acecha a los protagonistas, negándoles hasta el más breve respiro.
Caballeros de Viriconium es una novela de grata lectura, a pesar de ser la
primera parte. Enseguida, ya en el primer capítulo, comenzaremos a encontrar las fuentes de las cuales ha
bebido el autor. Posiblemente el lector más avezado encontrará más, pero he decidido remarcar sólo dos, y
sobre todo una de ellas: Michael Morcoock y Jack Vance. La obra de Morcoock es la principal fuente de
inspiración. El mundo que nos describe el señor Harrison enseguida nos traerá a la mente El bastón
rúnico, al heroico Dorian Hawkmoon y, cómo no, también aparece el concepto de multiverso, tan
utilizado en su obra. Naturalmente hay importantes diferencias. Por ejemplo, en ambas novelas se mezclan
las armas blancas con armas y vehículos de alta tecnología, y también aparecen artefactos de increíble
poder. ¿Dónde radica la diferencia? Muy fácil, en Viriconium no se pueden fabricar ni tanques, ni
lanzallamas, ni aeronaves....hay un stock limitado y su pérdida es irreparable. Por otro lado, los
artefactos ideados por Harrison, aunque fantásticos, mantienen su carácter de alta tecnología, pues
describe por encima su funcionamiento y el lector lo entiende con facilidad. Esto no ocurre así con
los artefactos que tanto gustan a Morcoock, el cual siempre rodea con un aura mágica. Más que maquinaria
futurista suelen parecer los clásicos objetos sacados del taller de un mago. ¿Y qué ha sacado del bueno
de Vance? Pues La Tierra moribunda ¿Qué si no? Me parece difícil que se pueda leer Caballeros
de Viriconium sin que surja esta comparación.
En definitiva, una grata novela que indudablemente permitirá a muchos lectores
adentrarse en un universo fantástico que atraerá sin remedio a aquellos que disfrutaron con los libros
de Michael Morcoock. Además en la edición de Blibliopolis Fantástica contaremos con tres relatos
ambientados en el mismo universo, un detalle que es de agradecer en una época donde algunas editoriales
están cogiéndole gusto a dividir las novelas y publicarlas por partes. ¿Qué quiero decir con esto? Pues
simplemente que en la edición original se publicaron cuatro volúmenes, tres con la saga y uno de relatos,
y aquí veremos la saga publicada en tres novelas, repartiendo los relatos entre los tres libros. Un detalle
que, sin duda alguna, nuestros bolsillos agradecerán.
Panorama desde el margen
– Presentación de la obra de M. John Harrison, por Arturo Villarrubia.
Entrevista con M. John Harrison
– por Ignacio Illarregui Gárate y Arturo Villarrubia.
Reseña de Luz
– Rafael Martín |