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Leyendo entre líneas: Los mundos de J. A. Cotrina

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   Por Ignacio Illarregui


[ Entrevista ] [ Crítica de Las fuentes perdidas ] [ Cotrina, el talento ]
[ Leyendo entre líneas ] [ Relato: Perseguir un sueño ] [ Relato: Lilith ]

 

José Antonio Cotrina


 

   José Antonio Cotrina es un joven escritor nacido en Vitoria en 1972 que ha desarrollado su producción fundamentalmente en los últimos cinco años. Aunque publicó sus primeros escritos a comienzos de los 90, cuando apenas tenía 20 años, estuvo desaparecido en combate durante un largo lustro de silencio, roto a finales de esa década con una serie de cuentos y novelas cortas que le han servido para publicar con relativa asiduidad y éxito, tal y como lo demuestra la lista de nombramientos en los más diversos premios a los que ha ido concurriendo. O la apuesta realizada por La Factoría de Ideas al decidirse por Las fuentes perdidas como primera novela “española” que publican en una de sus colecciones.

   Aprovechando que le hemos dedicado este especial no viene mal recordar por qué terrenos se mueve en sus narraciones, la mayoría situadas en dos universos diferenciados que merece la pena conocer. Espero que este repaso resulte útil.

Cargando un Sambenito

   Como por algún sitio hay que comenzar, no viene mal acudir a una cita de autoridad que sirva para romper el hielo y situar el asunto. En el texto promocional que acompaña a Las fuentes perdidas se puede leer a Luis García Prado definiendo a Cotrina como el Neil Gaiman hispano. Por mucho que uno pueda estar prevenido con este tipo de frases, utilizadas por los avispados editores con el fin de engatusar al posible comprador llenándole la cabeza con una referencia que conoce y pueda servir de gancho, razón no le faltó. Ambos comparten no pocas características.

   A grosso modo se puede resumir la narrativa de este conocido escritor británico y excelente guionista de cómics como gran “fagocitador” de universos. En la mayoría de sus relatos, novelas o tebeos se dan cita una elevada cantidad de fuentes que marcan tanto el escenario como los personajes y sus actitudes, el tono, los diálogos, la resolución de ciertas situaciones, las intrincadas mitologías que aparecen,... Esta amalgama está tan bien realizada que aún reconociendo los lugares de donde ha sacado los elementos, el total es mucho más grande que la suma de sus partes. Al final, la aventura sobrenatural en que acostumbra a transformar sus historias más extensas deviene en atractivos mundos en acción que lucen vistosas texturas, pasados gloriosos y un funcionamiento absolutamente coherente.

   Cotrina hace algo parecido. Como intentaré reflejar más adelante, no se puede decir que sea original a la hora de urdir sus historias. No obstante reproduce esa capacidad de sintetizar influencias para construir un entorno atractivo, consistente y que resuena en la cabeza del lector. También encontramos una predilección por ambientes donde la magia coexiste con la realidad cotidiana de cada día; unos personajes viviendo en el filo del mundo real, lo que facilita que un simple empujón les lleve al otro lado; o un mismo icono en torno al cual han desarrollado gran parte de su narrativa: los sueños.

 

Artifex 3

 

   Observar determinados títulos, como “Perseguir un sueño” o “Soñando Soberbia”, nos pone sobre la pista de la relevancia que tiene lo onírico en su obra. Es a través de sueños como Delano Gris, el protagonista de Las fuentes perdidas, anticipa todo lo que le va ocurriendo y descubre parte de la realidad que se esconde detrás de los que le acompañan; algo similar a lo que acontece en “Lilith, el juicio de la Gorgona y la sonrisa de Salgari”. Bajando a un nivel más terrenal, son los sueños por mejorar su situación los que empujan al protagonista de Mala racha a transgredir las leyes. Por no hablar del nítido tono ensoñador de otros cuentos o su condición como origen de otras historias, tal y como el propio autor reconoce en la entrevista que publicamos en este especial.

   Pero el Sambenito con el que viene acompañado el apelativo de marras conlleva un lastre inmenso, y ni Luis ni José Antonio tienen culpa alguna. Es algo inherente a las frases promocionales y a los tuercebotas que, como yo, se dedican a repetirlas como si fuese un mantra definitorio. Gaiman atesora valores propios que es imposible ver en Cotrina, y hay aspectos donde éste se desenvuelve con comodidad en los que Gaiman ni está ni se le espera.

   Su bagaje cultural, con razón, es diferente. Obviamente las referencias literarias tienen su importancia, pero juega un papel vital lo que se viene a llamar cultura popular. No resulta nada extraño encontrar multitud de influencias conscientes o subconscientes provenientes del cómic o el cine de serie B. Y aunque Cotrina tampoco entiende de pureza de géneros, picoteando de allí y de allá según va necesitando, ha sumado a su “sistema” un referente que se antoja capital: la ciencia ficción. A parte de haber creado un sólido entorno futurista, ha abordado la complicada tarea de imbricar nuestra realidad cotidiana con ciudades espaciales, dioses terroríficos y magia sobrenatural en un mismo escenario. Una mezcla candidata al fiasco de la década que en sus manos funciona con una naturalidad difícilmente cuestionable.

   Saliendo de la (maldita) comparación en la que me he metido, el estilo con el que Cotrina va desgranando sus argumentos se hace muy agradable. Crea una peculiar estética del lenguaje que transmite su imaginería con detalle y verosimilitud sin caer en barroquismos epatantes o llevarnos por una miríada de asfixiantes paisajes. Es dueño de una facilidad engañosa, que no se fragua en la sencillez sino en la cercanía, unida a la cadencia que tienen muchos de sus relatos, que parecen haber sido concebidos para su lectura en voz alta como los cuentos de la infancia. Estas narraciones, de las que hablaré más adelante, tienen un ritmo y una musicalidad inconfundiblemente orales, cosa que no abunda en el panorama literario actual, que ha olvidado sus orígenes en el baúl de los recuerdos.

   Para cerrar este apartado quisiera aludir a algo que no siempre se consigue en un marco tan auto referencial como el nuestro. La forma en la que ha ido dando a conocer sus mundos ha sido la de un puzzle. Varios relatos por aquí, un cuento por allí, una escondida referencia en un pasaje de uno que parece no tener mayor relación, una novela larga,... Y el acercamiento se puede realizar desde cualquiera de ellos sin necesidad de acudir a un orden establecido, sirviendo todos de excelente puerta de entrada.

Un mundo luminoso y...

 

Gigamesh 25

 

   El lugar narrativo del que más páginas hemos podido leer es el que aparece en la mencionada Las fuentes perdidas, fundamentalmente presentado a través de dos tipos de historias. Las primeras se pueden resumir como aquellas en las que una persona descubre de forma fortuita que hay otra realidad detrás de la nuestra, ese recurrente plano al que sólo unos pocos "privilegiados" pueden acceder y en el que las normas del nuestro no son del todo aplicables. Como muestra tenemos varios botones.

   En esta misma página se encuentra el relato “Lilith, el juicio de la Gorgona y la sonrisa de Salgari”, con el que quedó segundo en el premio Alberto Magno del año 98. Tiene por protagonista a un orondo profesor de historia, tímido, introvertido, con una vida social nula y enamorado en secreto de una compañera de trabajo 20 años menor, que contempla cómo la compra de un curioso discman altera su rutina vital. En su interior se encuentra Alone Again in the Edge, el último disco de Elvis Presley... grabado en 1996. Acompañándole por su particular via crucis está la tripulación de un navío estelar embarrancado en Tierra y los dexar, una tribu perdida de Nueva Guinea con una percepción del mundo tan absurda como evocadora.

   “Lilith” es un relato valiente. Lejos de afrontar una narración lineal utiliza rápidos cambios de perspectiva y diversos tonos, predominando sobremanera un discurso desenfadado y espontáneo. Y aunque ese mundo todavía está lejos de tomar la forma definitiva, se observan muchas de las ideas que después ha desarrollado, caso de la lectura entre líneas, las ciudades perdidas, la coexistencia de magia con tecnología, las casas iguales,... Quizás como un todo no funcione igual de bien que lo que ha escrito más tarde y el conjunto sea tan heterogéneo que ciertos pasajes producen la impresión de estar ahí por cuestiones estéticas (era bonito) o ganar la complicidad del lector. Pero es difícil no claudicar ante el acercamiento a su “fracasado” narrador, los breves capítulos de pura antropología imaginativa dedicados a los dexar, o los momentos en los que lo cotidiano se va rompiendo ante la irrupción de los elementos de ese otro mundo que está a la vuelta de la esquina.

   Anterior a “Lilith” es “Destino Soberbia”, verdadera génesis de este escenario. Aunque prefiero citarlo posteriormente ya que es menos significativo y más endeble. Un joven músico callejero se encuentra con un billete de tren hacia la ciudad de Soberbia y, dado que su vida no es lo que había esperado, decide probar suerte al montar en un extraño tren que le llevará hasta ella. En su interior se encontrará con un variopinto grupo de personajes que le introducirán en esa nueva realidad y que son meros estereotipos parlantes cuya única función es capturar la emoción por ese idílico lugar. Desafortunadamente se quedan a mitad de camino y la descripción del mundo resulta algo más que escueta, perdiéndose al final en un lirismo que suena demasiado alambicado.

 

Antología de la cf española

 

   Pero en el año 2000 se publicaría un cuento en el que bordaría definitivamente esta manera de aproximarse a su realidad con el delicioso “Entre líneas”, aparecido en el número 25 de Gigamesh, que le sirvió para figurar en el volumen recopilatorio con las mejores historias de género publicadas durante ese año y tener un merecido hueco en La antología de la ciencia ficción española 1982-2002. Hablar de “Entre líneas” es complicado al ser uno de esos relatos de los que ni siquiera es conveniente decir cómo comienza; es recomendable que el lector descubra su magia por sí solo. En el fondo de eso trata, de esa magia que sólo el fantástico puede traer a la realidad, de las cosas que no existen pero están ahí esperando a ser aprehendidas, de los sueños que cobran vida, de los misterios casuales y las casualidades misteriosas.

... oscuro

   El segundo punto de acceso a este universo vendría a ser la que hemos visto en Las fuentes perdidas, la aventura sobrenatural por excelencia. Su trama toma la apariencia de una historia de carretera donde un variopinto grupo de personajes sale a la busca de las fuentes del título; uno de los misterios furtivos, lugares soñados por la humanidad desde tiempo inmemorial y que son capaces de otorgar los deseos más íntimos a aquellos que se bañen en ellas. Pero lo importante está en que durante su recorrido jugarán también el papel de presentadores de ese mundo-tras-el-nuestro, con unas reglas que ellos conocen y que nos van a ir revelando a medida que interaccionan con él. El resultado es un trayecto lleno de colorido, a ratos idílico, mayormente insano y siempre repleto de peligros.

   La novela, primera que escribe, amalgama mil y un elementos que rememoran, intencionadamente o no, incontables "fuentes". Tenemos un panteón de dioses que no habitan en este plano pero al que vuelven cuando se los “invoca” para causar toda la destrucción posible; un protagonista que nos retrotrae a cierto personaje de cómic amante de las gabardinas y de los Silk Cut; persecuciones sacadas de películas de serie B como Pitch Black; ensaladas de tiros por doquier extraídas de los films de acción made in Hong Kong; ciudades que traen a la memoria las oníricas urbes de Calvino, como la fabulosa Soberbia o la apenas entrevista Cicero;... O un decidido gusto por lo esotérico. Uno de los personajes es una espiritista, otro un nigromante, hay un “vidente”, un “investigador” de lo paranormal,... Y se tiene a Egipto como referente de una tierra mágica de una gran potencia espiritual, puerta de entrada al Otro Mundo.

 

Las fuentes perdidas

 

   Los mencionados acompañantes de Delano forman un grupo decadente que alberga una serie de enigmas, dosificados a través de sus historias personales, que aportan el necesario grado de incertidumbre para mantener alto el interés. Con ellos Cotrina muestra un enfermizo gusto por lo tétrico que hará las delicias de los seguidores de las fantasías oscuras. Algo que enriquece un solvente viaje que deja un agradable regusto final.

   Analizando muy por encima la evolución habida desde los relatos hasta esta novela, es evidente que la perspectiva del autor ha cambiado. No ya en que los personajes son más complejos, se presentan llenos de recovecos y, muchos, llegan a alcanzar un grado de perversión ostensible. Sino porque el propio mundo y su funcionamiento se han oscurecido. Sólo basta comprobar cómo la lectura entre líneas, que al principio se utilizaba como una puerta hacia el auténtico conocimiento de lo que está debajo, se torna en algo amenazador y casi tenebroso. O cómo una ciudad como La Planicie Montaraz se nos muestra no como el refugio seguro que se prometía sino como un nido de víboras, con un cuerpo del orden corrupto y un grupo de salvajes campando por sus callejones en busca de “ganado” para llevarse a su “establo”. Algo que destaca frente a la idealista visión que se tenía en sus primeros relatos de ciudades como Lilith o Soberbia.

   Hay más relatos que se podrían incluir en este apartado, pero en ellos el mundo no aparece de forma tan clara. Prefiero dejarlos para la última parte, porque toca cambio de tercio.

¿Quién dijo que el cyberpunk había muerto?

 

Premio UPC 2000

 

   Su otro lugar narrativo por excelencia es aquél en el que se sitúan las novelas cortas Mala racha y “Salir de fase”, con las que ganó respectivamente el Alberto Magno y el Premio UPC del 2000 (en este último caso compartido con Javier Negrete y “Buscador de sombras”). En él se aleja del mundo sobrenatural para penetrar directamente en la ciencia ficción urbana, en un ambiente con hondas raíces cyberpunks que le sirve para urdir sendos thrillers frenéticos.

   Situémonos en un futuro no demasiado lejano. La Tierra ha perecido en un conflicto nuclear y la especie humana vive desperdigada a lo largo de todo el sistema solar, en un escenario que recuerda los relatos de los ocho mundos de John Varley. El ser humano, al poco de nacer, ve como su cerebro es compilado en un disco de identidad que puede cambiar de cuerpo con una sencilla operación, el cambio. Cualquier persona que pueda permitírselo tiene abierta la posibilidad de disponer de varios cuerpos e irlos alternando. Eso propicia que el dimorfismo sexual se convierta en un vestigio del pasado y uno pueda ser, indistintamente, un hombre o una mujer en función del estado de ánimo o el momento que se atraviese en una relación de pareja. También, debido a los avances en bioingeniería y genética, se crean todo tipo de cuerpos preparados para mil y un labores, ya sea para mantener placenteros y dilatados actos sexuales, realizar trabajos en el vacío, combatir a muerte en sangrientas peleas,...

   El primero, Mala racha, nos zambulle en los barrios deprimidos de Europa, una de las lunas de Júpiter, donde Dorada James ve cómo aparece la oportunidad de su vida al toparse con un disco de identidad mientras realiza unos trabajos en el vacío espacial sobre Ío. No sólo porque de esa manera saldrá de la pobreza, sino porque podrá operar a su compañero, incapacitado en el pasado cuando trabajaba para Genetech, la macrocorporación que controla los designios de la humanidad.

   A su vez, “Salir de fase” desarrolla el deseo de ajustar cuentas Alexandre Sara contra el presidente de la megacorporación en la que trabajaba, que causó la muerte de su compañero de una forma en principio incierta. Mediante dos acciones paralelas vamos avanzando en el “presente” al mismo tiempo que se van revelando las acciones de su pasado que desencadenaron su actual curso de acción.

 

Mala racha

 

   Al igual que con su creación fantástica, Cotrina pone todo la carne en el asador a la hora de trasladar su creación al lector y consigue uno de los escenarios más potentes salidos de la ciencia ficción hispana. Y a pesar de que en la cabeza resuenan conceptos que hemos leído anteriormente, comparable a los mejores pergeñados al otro lado del charco. Igualmente tienen la peculiaridad de que se pueden leer de forma independiente a pesar de contar dos actos de una misma obra.

   A destacar la atmósfera decadente del comienzo de Mala racha, que llega a hacerse opresiva cuando se indica que el cuerpo de la protagonista está degenerando a ojos vista, lo que ocasionará su muerte si no consigue acceder a uno nuevo. Una situación aberrante en una sociedad donde se supone que la humanidad, a pesar de haber destruido la Tierra, vive una etapa de esplendor al haber dominado por completo la enfermedad y el deterioro corporal. Otro detalle que denota este dualidad se encuentra en las grandes masas de población que viven en la más absoluta de las pobrezas dentro de inmensos ghettos, mientras los dueños de las corporaciones gastan ingentes cantidades de dinero en montar expediciones a la Tierra para recuperar monumentos tan significativos como La Torre Eiffel, para ponerlos en los “jardines” de sus gigantescas mansiones.

En el cajón de sastre hay algo más que retales

   En este último apartado podemos encontrar cuentos de todo tipo, desde los que no guardan ninguna relación con lo que he ido comentando hasta otros que se emplazan de forma tangencial en el universo fantástico referido anteriormente, al que se acercan de forma diversa. Uno de ellos, “La Pirámide”, finalista del Alberto Magno del año 99, tiene lugar en un escenario que se cita en Las fuentes perdidas. Centrada en el antiguo Egipto en los tiempos de Tutankhamón, narra lo que le ocurre al joven Faraón que, acompañado de su más fiel sirviente y unos ladrones de tumbas, debe penetrar en el interior de una gigantesca construcción enterrada junto a las pirámides de Giza, protegida por los antiguos dioses del país que harán todo lo posible por impedir su entrada.

   Cotrina nos traslada a la época del Imperio Nuevo, sin aportar muchos detalles pero con un halo de verosimilitud fundamentado en las breves descripciones que realiza al narrar la conspiración que pretende acabar con el joven faraón. Asimismo mezcla con habilidad los elementos reales y fantásticos, que de ser prácticamente inexistentes irrumpen de forma espectacular, con unas presencias terroríficas que se convierten en un peligro real que produce un limitado desasosiego. En el debe, como otras historias de este tipo, se alarga en exceso. Demasiados monstruos, demasiada sangre, demasiados peligros (supongo que los necesarios para eliminar a los acompañantes del faraón)

 

Artifex 4

 

   Otros cuentos que tienen una relación colateral son los antagónicos “Tres noches y un crepúsculo” y “Soñando Soberbia”. El primero, puestos a ser sintéticos, es un ¿qué pasaría si Clive Barker hubiese escrito Seven?; una búsqueda de un asesino en serie en el que la trama negra se abre al horror más macabro y salvaje, con seres de pesadilla irrumpiendo en la labor del investigador de turno y un giro final abracadabrante que pone en cuestión que el autor de estos dos relatos sea el mismo. Porque “Soñando Soberbia” es un ejercicio de pura evocación, una ensoñación al más puro estilo Dunsany trasladado a finales del siglo XX.

   Un arquitecto, hastiado de tejer la telaraña de hormigón y acero donde el ser humano vive aprisionado, sueña una urbe completamente nueva; la ciudad ideal, donde todo está puesto al servicio del hombre sin traicionar su vínculo con el orden natural. Soberbia surge de la unión entre tres singulares personajes. A saber, el arquitecto soñador cansado de la mediocridad, el mago demiurgo con la habilidad de materializar los sueños y la comunicadora capaz de poner en contacto a los dos anteriores, accediendo a sus deseos y sirviendo de vínculo de unión. De esta manera Cotrina nos indica que los grandes proyectos son obra de un pequeño equipo de personajes excepcionales reunidos fortuitamente.

   Pero no todos los relatos fantásticos acontecen en este universo, aunque alguno sí que entronca con este último cuento. Me refiero a “Perseguir un sueño” y "La niña muerta" (agraciado con el premio Domingo Santos del año 2003), sendas narraciones oníricas contadas con una cadencia muy oral que parecen escritos para ser leídos en voz alta. Del muy breve “Perseguir un sueño” sólo diré que es encantador. Mientras, el recientísimo “La niña muerta” parte de un hecho triste, como es la muerte de una recién nacida, para tejer un delicado cuento de hadas urbano, donde recupera la vena sensible que, después de tanto thriller y aventura desatada, parecía perdida.

   Ambos contienen un talante fabulador que nos retrotrae a sus primeros momentos como escritor a principios de los 90, cuando publicó un puñado de relatos en un par de antologías y fanzines. El único que he podido conseguir hasta el momento ha sido “Tormenta”, que todo el mundo señala como el más significativo y por el que el tiempo no ha pasado en balde. Durante un atardecer de verano en un paseo marítimo sitúa una narración breve que alude a dos historias de amor llenas de nostalgia. El lenguaje y las imágenes con los que se expresa están lejos de la naturalidad que ha ganado con la experiencia, y la belleza que transmite resulta forzada, rígida, apergaminada. Aquí entra el fuerte prejuicio personal que tengo, fundado en el haberme leído antes las obras de madurez, fruto de un autor mucho más curtido y dueño de una elegancia fuera de toda duda.

 

El melocotón mecánico

 

   Un cuento que no tiene nada que ver con los comentados hasta ahora, y que también me parece fallido, es “Los conejos de la guerra”, con el que ganó el segundo concurso de el fanzine El melocotón mecánico. A mitad de camino entre la semblanza de los horrores de la primera guerra mundial y un delirio Dickiano, nos lleva hasta la sucia guerra de trincheras. Un soldado pierde por completo el sentido de la realidad y empieza a ver conejos por todos lados, enzarzados en la misma estúpida guerra que él. Todo lo que se refiere a la creación de la atmósfera de la podredumbre y el drama que se fraguaba entre el lodo del campo de batalla está recreado de una forma muy adecuada. Pero en cuento comienzan a aparecer conejos el estupor se apodera del lector. Tal vez el surrealismo no acaba de cuajar en esta extraña historia.

   Por último es obligada la cita a “Tiempo muerto”, lo más clásico que ha escrito en lo que a ciencia ficción se refiere y que mereció una mención en el Premio UPC del 2001. Siendo un poco mal pensado, esa búsqueda de la “tradición” que realizó con este relato parece un intento de contentar al jurado de este premio, que se ha caracterizado con frecuencia por un claro conservadurismo a la hora de decantarse por el ganador.

   Su argumento gira en torno a algo tan común como la observación del pasado por parte de una institución, aquí situada en la Antártida, que controla el acceso al “recurso” y determina cómo se debe utilizar. Hasta allí viaja una investigadora a la que han ofrecido el contrato de su vida pero que no sabe cuál va a ser su destino. El shock que sufre cuando se entera de todo es elocuente, y se ve acentuado cuando le revelan que su antecesor murió en oscuras circunstancias mientras realizaba su labor. A esto se une que alguien está asesinando gente en el pasado; la presencia de zonas, denominadas tiempo muerto, en las que la observación es imposible; un solvente juego de paradojas; una tensión en aumento; un final coherente aunque, de nuevo, suene a ya visto...

   Quizás, como las otras novelas cortas y relatos con los que ha concurrido a certámenes, denota un pecado muy común: el presentarse a premios que exigen una extensión definida, aunque importante para ganar nombre, dinero o facilitar la publicación de tus escritos, provoca alteraciones en el rimo de la historia. Algunas ideas no sirven para ciertas extensiones y, si se alargan para llegar a un umbral o se encogen para no sobrepasar la extensión máxima, se resiente la cadencia acorde con lo que la narración exige, fluctuando entre diferentes estados, pasando de la parsimonia al frenesí en tres páginas. Algo que también se puede observar en “La Pirámide” o “Salir de fase”

El futuro

   Después de Las fuentes perdidas, que parece estar teniendo un moderado éxito, el futuro se antoja un poco más claro para Cotrina. No sé si su sueño de ser escritor profesional se hará realidad, pero por él no va a quedar. Tiene en cartera un par de novelas juveniles de temática fantástica, donde juvenil no tiene nada que ver con lo que ahora se entiende como tal (personajes en la edad del pavo, alcohol, drogas, sexo, inadaptación,...) sino que recupera una tradición cada vez más ausente: un libro orientado a adolescentes pero que puede ser disfrutado sin problemas por los adultos.

   Y además de algún cuento, está trabajando en dos novelas sobre las que habrá que esperar hasta el 2005 para tener noticias. Una historia de ciencia ficción de temática cyberpunk que no tiene nada que ver con el escenario del cambio de cuerpo y una nueva novela situada en su mundo fantástico de la que sólo tenemos un sugerente título, bastante elocuente: Las sombras rotas.

Disponibilidad

   Si alguien que no ha leído todavía a José Antonio me ha aguantado hasta aquí (supongo que habrá resultado arduo), he preparado un pequeño “mapa” para guiarse por su colorido universo creativo que describo en este artículo. Espero que os resulte útil:

Temática fantástica

“La tormenta” – Mala racha – Colección Albemuth nº 3 – Grupo editorial AJEC

“Los conejos de la guerra” – Antología de relatos I concurso EMM – Colección Albemuth nº 1 – Grupo editorial AJEC (agotado)

“La niña muerta” – Asimov ciencia ficción nº 5 – Ediciones Robel

Universo de Las fuentes

“Lilith, el juicio de la Gorgona y la sonrisa de Salgari” – disponible en Cyberdark.net

“Destino Soberbia” – Artifex segunda época vol. 2 – Bibliópolis (agotado)

“Soñando Soberbia” – Artifex segunda época vol. 3 – Bibliópolis

“Tres noches y un crepúsculo” – Artifex segunda época vol. 4 – Bibliópolis

“Perseguir un sueño” – disponible en Cyberdark.net

“La Pirámide” – Mala racha – Colección Albemuth nº 3 – Grupo editorial AJEC

“Entre líneas” – Antología de la ciencia ficción española: 1982 – 2002 – Minotauro

Las fuentes perdidas – Solaris Ficción nº 37 – La Factoría de Ideas

Ciencia ficción

“Tiempo muerto” – Premio UPC 2001 – Nova ciencia ficción 149 – Ediciones B

Universo del “cambio”

Mala racha – Colección Albemuth nº 3 – Grupo editorial AJEC

“Salir de fase” – Premio UPC 2000 – Nova ciencia ficción 141 – Ediciones B

 

©2004 Ignacio Illarregui para cYbErDaRk.NeT
Prohibida la reproducción sin permiso expreso del autor

    

2004-08-27 10:28   Dasagriva
A la lista habria que añadir "Amanecer", que aparecio en el Artifex Segunda Epoca numero 11, que quiza deberia incluirse en el apartado de Ciencia Ficcion.

A mi me parecio un relato soberbio, la verdad
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