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Por Ignacio Illarregui
[ Entrevista ]
[ Crítica de Las fuentes perdidas ]
[ Cotrina, el talento ]
[ Leyendo entre líneas ]
[ Relato: Perseguir un sueño ]
[ Relato: Lilith ]
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José Antonio Cotrina |
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José Antonio Cotrina es un joven escritor nacido en Vitoria en
1972 que ha desarrollado su producción fundamentalmente en los últimos cinco años.
Aunque publicó sus primeros escritos a comienzos de los 90, cuando apenas tenía 20 años,
estuvo desaparecido en combate durante un largo lustro de silencio, roto a finales de
esa década con una serie de cuentos y novelas cortas que le han servido para publicar
con relativa asiduidad y éxito, tal y como lo demuestra la lista de nombramientos en los
más diversos premios a los que ha ido concurriendo. O la apuesta realizada por
La Factoría de Ideas al decidirse por Las fuentes perdidas como primera novela
“española” que publican en una de sus colecciones.
Aprovechando que le hemos dedicado este especial no viene mal
recordar por qué terrenos se mueve en sus narraciones, la mayoría situadas en dos
universos diferenciados que merece la pena conocer. Espero que este repaso resulte
útil.
Cargando un Sambenito
Como por algún sitio hay que comenzar, no viene mal acudir a
una cita de autoridad que sirva para romper el hielo y situar el asunto. En el
texto promocional que acompaña a Las fuentes perdidas se puede leer a Luis García
Prado definiendo a Cotrina como el Neil Gaiman hispano. Por mucho que uno pueda estar
prevenido con este tipo de frases, utilizadas por los avispados editores con el fin de
engatusar al posible comprador llenándole la cabeza con una referencia que conoce y
pueda servir de gancho, razón no le faltó. Ambos comparten no pocas características.
A grosso modo se puede resumir la narrativa de este
conocido escritor británico y excelente guionista de cómics como gran “fagocitador” de
universos. En la mayoría de sus relatos, novelas o tebeos se dan cita una elevada
cantidad de fuentes que marcan tanto el escenario como los personajes y sus actitudes,
el tono, los diálogos, la resolución de ciertas situaciones, las intrincadas mitologías
que aparecen,... Esta amalgama está tan bien realizada que aún reconociendo los lugares
de donde ha sacado los elementos, el total es mucho más grande que la suma de sus
partes. Al final, la aventura sobrenatural en que acostumbra a transformar sus historias
más extensas deviene en atractivos mundos en acción que lucen vistosas texturas, pasados
gloriosos y un funcionamiento absolutamente coherente.
Cotrina hace algo parecido. Como intentaré reflejar más
adelante, no se puede decir que sea original a la hora de urdir sus historias. No
obstante reproduce esa capacidad de sintetizar influencias para construir un entorno atractivo,
consistente y que resuena en la cabeza del lector. También encontramos una
predilección por ambientes donde la magia coexiste con la realidad cotidiana de cada
día; unos personajes viviendo en el filo del mundo real, lo que facilita que un simple
empujón les lleve al otro lado; o un mismo icono en torno al cual han desarrollado gran
parte de su narrativa: los sueños.
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Artifex 3 |
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Observar determinados títulos, como “Perseguir un sueño” o
“Soñando Soberbia”, nos pone sobre la pista de la relevancia que tiene lo onírico en su
obra. Es a través de sueños como Delano Gris, el protagonista de
Las fuentes perdidas, anticipa todo lo que le va ocurriendo y descubre parte de
la realidad que se esconde detrás de los que le acompañan; algo similar a lo que
acontece en “Lilith, el juicio de la Gorgona y la sonrisa de Salgari”. Bajando a un
nivel más terrenal, son los sueños por mejorar su situación los que empujan al
protagonista de Mala racha a transgredir las leyes. Por no hablar del nítido tono
ensoñador de otros cuentos o su condición como origen de otras historias, tal y como el
propio autor reconoce en la entrevista que publicamos en este especial.
Pero el Sambenito con el que viene acompañado el apelativo de
marras conlleva un lastre inmenso, y ni Luis ni José Antonio tienen culpa alguna. Es
algo inherente a las frases promocionales y a los tuercebotas que, como yo, se dedican a
repetirlas como si fuese un mantra definitorio. Gaiman atesora valores propios que es
imposible ver en Cotrina, y hay aspectos donde éste se desenvuelve con comodidad en los
que Gaiman ni está ni se le espera.
Su bagaje cultural, con razón, es diferente. Obviamente las
referencias literarias tienen su importancia, pero juega un papel vital lo que se viene
a llamar cultura popular. No resulta nada extraño encontrar multitud de influencias
conscientes o subconscientes provenientes del cómic o el cine de serie B. Y aunque
Cotrina tampoco entiende de pureza de géneros, picoteando de allí y de allá según va
necesitando, ha sumado a su “sistema” un referente que se antoja capital: la ciencia
ficción. A parte de haber creado un sólido entorno futurista, ha abordado la complicada
tarea de imbricar nuestra realidad cotidiana con ciudades espaciales, dioses
terroríficos y magia sobrenatural en un mismo escenario. Una mezcla candidata al fiasco
de la década que en sus manos funciona con una naturalidad difícilmente cuestionable.
Saliendo de la (maldita) comparación en la que me he metido,
el estilo con el que Cotrina va desgranando sus argumentos se hace muy agradable. Crea
una peculiar estética del lenguaje que transmite su imaginería con detalle y
verosimilitud sin caer en barroquismos epatantes o llevarnos por una miríada de
asfixiantes paisajes. Es dueño de una facilidad engañosa, que no se fragua en la
sencillez sino en la cercanía, unida a la cadencia que tienen muchos de sus relatos, que
parecen haber sido concebidos para su lectura en voz alta como los cuentos de la
infancia. Estas narraciones, de las que hablaré más adelante, tienen un ritmo y una
musicalidad inconfundiblemente orales, cosa que no abunda en el panorama literario
actual, que ha olvidado sus orígenes en el baúl de los recuerdos.
Para cerrar este apartado quisiera aludir a algo que no siempre
se consigue en un marco tan auto referencial como el nuestro. La forma en la que ha ido
dando a conocer sus mundos ha sido la de un puzzle. Varios relatos por aquí, un
cuento por allí, una escondida referencia en un pasaje de uno que parece no tener mayor
relación, una novela larga,... Y el acercamiento se puede realizar desde cualquiera de
ellos sin necesidad de acudir a un orden establecido, sirviendo todos de excelente
puerta de entrada.
Un mundo luminoso y...
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Gigamesh 25 |
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El lugar narrativo del que más páginas hemos podido leer es el
que aparece en la mencionada Las fuentes perdidas, fundamentalmente presentado a
través de dos tipos de historias. Las primeras se pueden resumir como aquellas en las
que una persona descubre de forma fortuita que hay otra realidad detrás de la
nuestra, ese recurrente plano al que sólo unos pocos "privilegiados" pueden acceder
y en el que las normas del nuestro no son del todo aplicables. Como muestra tenemos
varios botones.
En esta misma página se encuentra el relato “Lilith, el juicio
de la Gorgona y la sonrisa de Salgari”, con el que quedó segundo en el premio Alberto
Magno del año 98. Tiene por protagonista a un orondo profesor de historia, tímido,
introvertido, con una vida social nula y enamorado en secreto de una compañera de
trabajo 20 años menor, que contempla cómo la compra de un curioso discman altera
su rutina vital. En su interior se encuentra Alone Again in the Edge, el último
disco de Elvis Presley... grabado en 1996. Acompañándole por su particular
via crucis está la tripulación de un navío estelar embarrancado en Tierra y los
dexar, una tribu perdida de Nueva Guinea con una percepción del mundo tan
absurda como evocadora.
“Lilith” es un relato valiente. Lejos de afrontar una narración
lineal utiliza rápidos cambios de perspectiva y diversos tonos, predominando sobremanera
un discurso desenfadado y espontáneo. Y aunque ese mundo todavía está lejos de tomar la
forma definitiva, se observan muchas de las ideas que después ha desarrollado, caso de
la lectura entre líneas, las ciudades perdidas, la coexistencia de magia con tecnología,
las casas iguales,... Quizás como un todo no funcione igual de bien que lo que ha
escrito más tarde y el conjunto sea tan heterogéneo que ciertos pasajes producen la
impresión de estar ahí por cuestiones estéticas (era bonito) o ganar la complicidad del
lector. Pero es difícil no claudicar ante el acercamiento a su “fracasado” narrador, los
breves capítulos de pura antropología imaginativa dedicados a los dexar, o los
momentos en los que lo cotidiano se va rompiendo ante la irrupción de los elementos de
ese otro mundo que está a la vuelta de la esquina.
Anterior a “Lilith” es “Destino Soberbia”, verdadera génesis
de este escenario. Aunque prefiero citarlo posteriormente ya que es menos significativo
y más endeble. Un joven músico callejero se encuentra con un billete de tren hacia la
ciudad de Soberbia y, dado que su vida no es lo que había esperado, decide probar suerte
al montar en un extraño tren que le llevará hasta ella. En su interior se encontrará con
un variopinto grupo de personajes que le introducirán en esa nueva realidad y que son
meros estereotipos parlantes cuya única función es capturar la emoción por ese idílico
lugar. Desafortunadamente se quedan a mitad de camino y la descripción del mundo resulta
algo más que escueta, perdiéndose al final en un lirismo que suena demasiado
alambicado.
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Antología de la cf española |
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Pero en el año 2000 se publicaría un cuento en el que bordaría
definitivamente esta manera de aproximarse a su realidad con el delicioso
“Entre líneas”, aparecido en el número 25 de Gigamesh, que le sirvió para figurar en el
volumen recopilatorio con las mejores historias de género publicadas durante ese año y
tener un merecido hueco en La antología de la ciencia ficción española 1982-2002.
Hablar de “Entre líneas” es complicado al ser uno de esos relatos de los que ni siquiera
es conveniente decir cómo comienza; es recomendable que el lector descubra su magia por
sí solo. En el fondo de eso trata, de esa magia que sólo el fantástico puede traer a la
realidad, de las cosas que no existen pero están ahí esperando a ser aprehendidas, de
los sueños que cobran vida, de los misterios casuales y las casualidades misteriosas.
... oscuro
El segundo punto de acceso a este universo vendría a ser la que
hemos visto en Las fuentes perdidas, la aventura sobrenatural por excelencia. Su
trama toma la apariencia de una historia de carretera donde un variopinto grupo de
personajes sale a la busca de las fuentes del título; uno de los misterios furtivos,
lugares soñados por la humanidad desde tiempo inmemorial y que son capaces de otorgar
los deseos más íntimos a aquellos que se bañen en ellas. Pero lo importante está en que
durante su recorrido jugarán también el papel de presentadores de ese
mundo-tras-el-nuestro, con unas reglas que ellos conocen y que nos van a ir
revelando a medida que interaccionan con él. El resultado es un trayecto lleno de
colorido, a ratos idílico, mayormente insano y siempre repleto de peligros.
La novela, primera que escribe, amalgama mil y un elementos que
rememoran, intencionadamente o no, incontables "fuentes". Tenemos un panteón de dioses
que no habitan en este plano pero al que vuelven cuando se los “invoca” para causar toda
la destrucción posible; un protagonista que nos retrotrae a cierto personaje de cómic
amante de las gabardinas y de los Silk Cut; persecuciones sacadas de películas de serie
B como Pitch Black; ensaladas de tiros por doquier extraídas de los films
de acción made in Hong Kong; ciudades que traen a la memoria las oníricas urbes
de Calvino, como la fabulosa Soberbia o la apenas entrevista Cicero;... O un decidido
gusto por lo esotérico. Uno de los personajes es una espiritista, otro un nigromante,
hay un “vidente”, un “investigador” de lo paranormal,... Y se tiene a Egipto como
referente de una tierra mágica de una gran potencia espiritual, puerta de entrada al
Otro Mundo.
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Las fuentes perdidas |
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Los mencionados acompañantes de Delano forman un grupo
decadente que alberga una serie de enigmas, dosificados a través de sus historias
personales, que aportan el necesario grado de incertidumbre para mantener alto el
interés. Con ellos Cotrina muestra un enfermizo gusto por lo tétrico que hará las
delicias de los seguidores de las fantasías oscuras. Algo que enriquece un solvente
viaje que deja un agradable regusto final.
Analizando muy por encima la evolución habida desde los relatos
hasta esta novela, es evidente que la perspectiva del autor ha cambiado. No ya en que
los personajes son más complejos, se presentan llenos de recovecos y, muchos, llegan a
alcanzar un grado de perversión ostensible. Sino porque el propio mundo y su
funcionamiento se han oscurecido. Sólo basta comprobar cómo la lectura entre líneas, que
al principio se utilizaba como una puerta hacia el auténtico conocimiento de lo que está
debajo, se torna en algo amenazador y casi tenebroso. O cómo una ciudad como La Planicie
Montaraz se nos muestra no como el refugio seguro que se prometía sino como un nido de
víboras, con un cuerpo del orden corrupto y un grupo de salvajes campando por sus
callejones en busca de “ganado” para llevarse a su “establo”. Algo que destaca frente a
la idealista visión que se tenía en sus primeros relatos de ciudades como Lilith o
Soberbia.
Hay más relatos que se podrían incluir en este apartado, pero
en ellos el mundo no aparece de forma tan clara. Prefiero dejarlos para la última parte,
porque toca cambio de tercio.
¿Quién dijo que el cyberpunk había muerto?
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Premio UPC 2000 |
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Su otro lugar narrativo por excelencia es aquél en el que se
sitúan las novelas cortas Mala racha y “Salir de fase”, con las que ganó
respectivamente el Alberto Magno y el Premio UPC del 2000 (en este último caso
compartido con Javier Negrete y “Buscador de sombras”). En él se aleja del mundo
sobrenatural para penetrar directamente en la ciencia ficción urbana, en un ambiente con
hondas raíces cyberpunks que le sirve para urdir sendos thrillers
frenéticos.
Situémonos en un futuro no demasiado lejano. La Tierra ha
perecido en un conflicto nuclear y la especie humana vive desperdigada a lo largo de
todo el sistema solar, en un escenario que recuerda los relatos de los ocho mundos de
John Varley. El ser humano, al poco de nacer, ve como su cerebro es compilado en un
disco de identidad que puede cambiar de cuerpo con una sencilla operación, el cambio.
Cualquier persona que pueda permitírselo tiene abierta la posibilidad de disponer de
varios cuerpos e irlos alternando. Eso propicia que el dimorfismo sexual se convierta en
un vestigio del pasado y uno pueda ser, indistintamente, un hombre o una mujer en
función del estado de ánimo o el momento que se atraviese en una relación de pareja.
También, debido a los avances en bioingeniería y genética, se crean todo tipo de cuerpos
preparados para mil y un labores, ya sea para mantener placenteros y dilatados actos
sexuales, realizar trabajos en el vacío, combatir a muerte en sangrientas peleas,...
El primero, Mala racha, nos zambulle en los barrios
deprimidos de Europa, una de las lunas de Júpiter, donde Dorada James ve cómo aparece la
oportunidad de su vida al toparse con un disco de identidad mientras realiza unos
trabajos en el vacío espacial sobre Ío. No sólo porque de esa manera saldrá de la
pobreza, sino porque podrá operar a su compañero, incapacitado en el pasado cuando
trabajaba para Genetech, la macrocorporación que controla los designios de la
humanidad.
A su vez, “Salir de fase” desarrolla el deseo de ajustar
cuentas Alexandre Sara contra el presidente de la megacorporación en la que trabajaba,
que causó la muerte de su compañero de una forma en principio incierta. Mediante dos
acciones paralelas vamos avanzando en el “presente” al mismo tiempo que se van revelando
las acciones de su pasado que desencadenaron su actual curso de acción.
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Mala racha |
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Al igual que con su creación fantástica, Cotrina pone todo la
carne en el asador a la hora de trasladar su creación al lector y consigue uno de los
escenarios más potentes salidos de la ciencia ficción hispana. Y a pesar de que en la
cabeza resuenan conceptos que hemos leído anteriormente, comparable a los mejores
pergeñados al otro lado del charco. Igualmente tienen la peculiaridad de que se pueden
leer de forma independiente a pesar de contar dos actos de una misma obra.
A destacar la atmósfera decadente del comienzo de
Mala racha, que llega a hacerse opresiva cuando se indica que el cuerpo de la
protagonista está degenerando a ojos vista, lo que ocasionará su muerte si no consigue
acceder a uno nuevo. Una situación aberrante en una sociedad donde se supone que la
humanidad, a pesar de haber destruido la Tierra, vive una etapa de esplendor al haber
dominado por completo la enfermedad y el deterioro corporal. Otro detalle que denota
este dualidad se encuentra en las grandes masas de población que viven en la más
absoluta de las pobrezas dentro de inmensos ghettos, mientras los dueños de las
corporaciones gastan ingentes cantidades de dinero en montar expediciones a la Tierra
para recuperar monumentos tan significativos como La Torre Eiffel, para ponerlos en los
“jardines” de sus gigantescas mansiones.
En el cajón de sastre hay algo más que retales
En este último apartado podemos encontrar cuentos de todo tipo,
desde los que no guardan ninguna relación con lo que he ido comentando hasta otros que
se emplazan de forma tangencial en el universo fantástico referido anteriormente, al que
se acercan de forma diversa. Uno de ellos, “La Pirámide”, finalista del Alberto Magno
del año 99, tiene lugar en un escenario que se cita en Las fuentes perdidas.
Centrada en el antiguo Egipto en los tiempos de Tutankhamón, narra lo que le ocurre al
joven Faraón que, acompañado de su más fiel sirviente y unos ladrones de tumbas, debe
penetrar en el interior de una gigantesca construcción enterrada junto a las pirámides
de Giza, protegida por los antiguos dioses del país que harán todo lo posible por
impedir su entrada.
Cotrina nos traslada a la época del Imperio Nuevo, sin aportar
muchos detalles pero con un halo de verosimilitud fundamentado en las breves
descripciones que realiza al narrar la conspiración que pretende acabar con el joven
faraón. Asimismo mezcla con habilidad los elementos reales y fantásticos, que de ser
prácticamente inexistentes irrumpen de forma espectacular, con unas presencias
terroríficas que se convierten en un peligro real que produce un limitado desasosiego.
En el debe, como otras historias de este tipo, se alarga en exceso. Demasiados monstruos,
demasiada sangre, demasiados peligros (supongo que los necesarios para eliminar a los
acompañantes del faraón)
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Artifex 4 |
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Otros cuentos que tienen una relación colateral son los
antagónicos “Tres noches y un crepúsculo” y “Soñando Soberbia”. El primero, puestos a
ser sintéticos, es un ¿qué pasaría si Clive Barker hubiese escrito Seven?; una
búsqueda de un asesino en serie en el que la trama negra se abre al horror más macabro
y salvaje, con seres de pesadilla irrumpiendo en la labor del investigador de turno y
un giro final abracadabrante que pone en cuestión que el autor de estos dos relatos sea
el mismo. Porque “Soñando Soberbia” es un ejercicio de pura evocación, una ensoñación al
más puro estilo Dunsany trasladado a finales del siglo XX.
Un arquitecto, hastiado de tejer la telaraña de hormigón y
acero donde el ser humano vive aprisionado, sueña una urbe completamente nueva; la
ciudad ideal, donde todo está puesto al servicio del hombre sin traicionar su vínculo
con el orden natural. Soberbia surge de la unión entre tres singulares personajes. A
saber, el arquitecto soñador cansado de la mediocridad, el mago demiurgo con la
habilidad de materializar los sueños y la comunicadora capaz de poner en contacto a los
dos anteriores, accediendo a sus deseos y sirviendo de vínculo de unión. De esta manera
Cotrina nos indica que los grandes proyectos son obra de un pequeño equipo de personajes
excepcionales reunidos fortuitamente.
Pero no todos los relatos fantásticos acontecen en este
universo, aunque alguno sí que entronca con este último cuento. Me refiero a
“Perseguir un sueño” y "La niña muerta" (agraciado con el premio Domingo Santos del año
2003), sendas narraciones oníricas contadas con una cadencia muy oral que parecen
escritos para ser leídos en voz alta. Del muy breve “Perseguir un sueño” sólo diré que
es encantador. Mientras, el recientísimo “La niña muerta” parte de un hecho triste, como
es la muerte de una recién nacida, para tejer un delicado cuento de hadas urbano, donde
recupera la vena sensible que, después de tanto thriller y aventura desatada,
parecía perdida.
Ambos contienen un talante fabulador que nos retrotrae a sus
primeros momentos como escritor a principios de los 90, cuando publicó un puñado de
relatos en un par de antologías y fanzines. El único que he podido conseguir
hasta el momento ha sido “Tormenta”, que todo el mundo señala como el más significativo
y por el que el tiempo no ha pasado en balde. Durante un atardecer de verano en un paseo
marítimo sitúa una narración breve que alude a dos historias de amor llenas de
nostalgia. El lenguaje y las imágenes con los que se expresa están lejos de la
naturalidad que ha ganado con la experiencia, y la belleza que transmite resulta
forzada, rígida, apergaminada. Aquí entra el fuerte prejuicio personal que tengo,
fundado en el haberme leído antes las obras de madurez, fruto de un autor mucho más
curtido y dueño de una elegancia fuera de toda duda.
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El melocotón mecánico |
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Un cuento que no tiene nada que ver con los comentados hasta
ahora, y que también me parece fallido, es “Los conejos de la guerra”, con el que ganó
el segundo concurso de el fanzine El melocotón mecánico. A mitad de camino
entre la semblanza de los horrores de la primera guerra mundial y un delirio Dickiano,
nos lleva hasta la sucia guerra de trincheras. Un soldado pierde por completo el sentido
de la realidad y empieza a ver conejos por todos lados, enzarzados en la misma estúpida
guerra que él. Todo lo que se refiere a la creación de la atmósfera de la podredumbre y
el drama que se fraguaba entre el lodo del campo de batalla está recreado de una forma
muy adecuada. Pero en cuento comienzan a aparecer conejos el estupor se apodera del
lector. Tal vez el surrealismo no acaba de cuajar en esta extraña historia.
Por último es obligada la cita a “Tiempo muerto”, lo más
clásico que ha escrito en lo que a ciencia ficción se refiere y que mereció una mención
en el Premio UPC del 2001. Siendo un poco mal pensado, esa búsqueda de la “tradición”
que realizó con este relato parece un intento de contentar al jurado de este premio,
que se ha caracterizado con frecuencia por un claro conservadurismo a la hora de
decantarse por el ganador.
Su argumento gira en torno a algo tan común como la observación
del pasado por parte de una institución, aquí situada en la Antártida, que controla el
acceso al “recurso” y determina cómo se debe utilizar. Hasta allí viaja una
investigadora a la que han ofrecido el contrato de su vida pero que no sabe cuál va a
ser su destino. El shock que sufre cuando se entera de todo es elocuente, y se ve
acentuado cuando le revelan que su antecesor murió en oscuras circunstancias mientras
realizaba su labor. A esto se une que alguien está asesinando gente en el pasado; la
presencia de zonas, denominadas tiempo muerto, en las que la observación es
imposible; un solvente juego de paradojas; una tensión en aumento; un final coherente
aunque, de nuevo, suene a ya visto...
Quizás, como las otras novelas cortas y relatos con los que ha
concurrido a certámenes, denota un pecado muy común: el presentarse a premios que exigen
una extensión definida, aunque importante para ganar nombre, dinero o facilitar la
publicación de tus escritos, provoca alteraciones en el rimo de la historia. Algunas
ideas no sirven para ciertas extensiones y, si se alargan para llegar a un umbral o se
encogen para no sobrepasar la extensión máxima, se resiente la cadencia acorde con lo
que la narración exige, fluctuando entre diferentes estados, pasando de la parsimonia al
frenesí en tres páginas. Algo que también se puede observar en “La Pirámide” o
“Salir de fase”
El futuro
Después de Las fuentes perdidas, que parece estar
teniendo un moderado éxito, el futuro se antoja un poco más claro para Cotrina. No sé si
su sueño de ser escritor profesional se hará realidad, pero por él no va a quedar. Tiene
en cartera un par de novelas juveniles de temática fantástica, donde juvenil no tiene nada
que ver con lo que ahora se entiende como tal (personajes en la edad del pavo, alcohol,
drogas, sexo, inadaptación,...) sino que recupera una tradición cada vez más
ausente: un libro orientado a adolescentes pero que puede ser disfrutado sin problemas
por los adultos.
Y además de algún cuento, está trabajando en dos novelas sobre
las que habrá que esperar hasta el 2005 para tener noticias. Una historia de ciencia
ficción de temática cyberpunk que no tiene nada que ver con el escenario del
cambio de cuerpo y una nueva novela situada en su mundo fantástico de la que sólo
tenemos un sugerente título, bastante elocuente: Las sombras rotas.
Disponibilidad
Si alguien que no ha leído todavía a José Antonio me ha
aguantado hasta aquí (supongo que habrá resultado arduo), he preparado un pequeño
“mapa” para guiarse por su colorido universo creativo que describo en este artículo.
Espero que os resulte útil:
Temática fantástica
“La tormenta” – Mala racha – Colección Albemuth nº 3 – Grupo editorial AJEC
“Los conejos de la guerra” – Antología de relatos I concurso EMM – Colección Albemuth nº 1 – Grupo editorial AJEC (agotado)
“La niña muerta” – Asimov ciencia ficción nº 5 – Ediciones Robel
Universo de Las fuentes
“Lilith, el juicio de la Gorgona y la sonrisa de Salgari” – disponible en Cyberdark.net
“Destino Soberbia” – Artifex segunda época vol. 2 – Bibliópolis (agotado)
“Soñando Soberbia” – Artifex segunda época vol. 3 – Bibliópolis
“Tres noches y un crepúsculo” – Artifex segunda época vol. 4 – Bibliópolis
“Perseguir un sueño” – disponible en Cyberdark.net
“La Pirámide” – Mala racha – Colección Albemuth nº 3 – Grupo editorial AJEC
“Entre líneas” – Antología de la ciencia ficción española: 1982 – 2002 – Minotauro
Las fuentes perdidas – Solaris Ficción nº 37 – La Factoría de Ideas
Ciencia ficción
“Tiempo muerto” – Premio UPC 2001 – Nova ciencia ficción 149 – Ediciones B
Universo del “cambio”
Mala racha – Colección Albemuth nº 3 – Grupo editorial AJEC
“Salir de fase” – Premio UPC 2000 – Nova ciencia ficción 141 – Ediciones B
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