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El futuro: ese país desconocido

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   Por Francisco Javier Esteban (Sisko) y Enric Quílez (Yarhel)


[ Reseña: Cronopaisajes ] [ El viaje en el tiempo en la cf ]
[ El futuro: ese país desconocido ] [ Películas de viajes en el tiempo ]
[ El viaje en el tiempo y el rol: una aproximación ]

   El Universo tal como lo conocemos hoy día permite realmente el viaje en el tiempo y, además, de diferentes maneras. La más simple no tiene ningún secreto: es el envejecimiento o viaje al futuro que experimentamos todos en nuestras vidas. Es un viaje temporal automático y para el que no precisamos ninguna máquina ni coste de energía. Viajamos al futuro a razón de un segundo por segundo. Por supuesto, ésta es la solución trivial, aunque no debe ser olvidada.

   Lo que sigue son una serie de métodos para viajar al futuro (el pasado no parece estar muy disponible a nuestra tecnología), ya sea haciendo uso de la estructura del espacio–tiempo tal como la conocemos, ya sea mediante técnicas que, aún sin estar disponibles, podrían estarlo en un futuro no muy lejano. Por último, trataremos acerca del concepto de tiempo psicológico y de cuál ha sido el trato recibido en la ciencia ficción.

Einstein, inventor de la máquina del tiempo

   El Universo permite el viaje en el tiempo en circunstancias especiales, aunque no imposibles, haciendo uso de la teoría de la Relatividad. Según descubrió Einstein, el tiempo no es una magnitud tan lineal como pensábamos y no está en absoluto disociado del espacio. El genial físico postuló que las cuatro dimensiones conocidas (las tres espaciales y el tiempo) forman un todo denominado espacio–tiempo con curiosas propiedades. Así, un objeto acelerado hasta velocidades cercanas a las de la luz –barrera infranqueable para la materia– experimentará un paso del tiempo diferente del de otros objetos que vayan a menor velocidad.

   Para ilustrar esto se ideó la conocida paradoja de los gemelos: sean dos hermanos gemelos, uno se queda en la Tierra y el otro parte en un viaje sideral a bordo de una nave que viaja a velocidades cercanas a las de la luz (pongamos, a un 90 % de la velocidad de la luz). Mientras que para el hermano que se desplaza en la nave, el viaje transcurrirá en –pongamos– 5 años, para el gemelo que se quedó en la Tierra habrán pasado 11,5 años. ¿Cómo es esto posible? Paradojas de la Relatividad... Por supuesto, la tecnología actual no permite construir naves que viajen a estas velocidades, aunque si nos lo propusiésemos no tardaríamos demasiado en desarrollar una nave así.

   Este método nos facilita, en cierta manera, viajar en el tiempo. De hecho, si nos acercamos increíblemente a la velocidad de la luz, la dilatación temporal sería tal, que un año de a bordo de la nave representaría millones de años de tiempo terrestre: podríamos presenciar la muerte de las estrellas. Una cota más moderada sería ver nuestro futuro inmediato. Supongamos que subimos a bordo de una nave que viaja al 99,999 % de la velocidad de la luz durante 5 años. ¿Cuánto tiempo habría transcurrido en la Tierra? La respuesta es, más o menos, 1118 años. Sería una buena manera de viajar al IV milenio, ¿no?

   En "El Pusher" de John Varley, los astronautas que transportan mercancías de un planeta a otro sufren un desfase temporal de muchos años. Al volver a la Tierra después del primer viaje, sus familiares y amigos están muy envejecidos o muertos. Tras el segundo, ya no queda ninguno. Esto provoca una gran sensación de aislamiento y soledad en las tripulaciones de estas naves, que pierden así cualquier lazo emocional con las personas de la Tierra.

 

La guerra interminable

 

   Un desfase todavía mayor lo sufren los soldados de La guerra interminable de Joe Hadelman, donde la Humanidad está enfrentada a unos seres alienígenas. Los viajes de la nave suman centenares de años de desfase temporal en cada trayecto hacia una batalla. Los pocos años de guerra que ha utilizado el protagonista se convierten en centenares de años en la Tierra. Cualquier vínculo cultural con la Humanidad se ha perdido: las costumbres, las modas o las inclinaciones sexuales son diferentes. Incluso aquello con lo que los soldados están más familiarizados, las armas, deben ser actualizadas tras cada viaje.

   Con un enfoque irónico y casi cáustico Frederik Pohl escribió Mundo al final del tiempo. En ella, un ser omnipotente que habita en el interior de las estrellas arranca un sistema planetario de la galaxia lanzándolo a velocidades relativistas. Aunque posiblemente una de las novelas de tratamiento más espectacular de los efectos relativísticos sea Tau Cero, de Poul Anderson, en donde una nave espacial se avería y no es capaz de dejar de acelerar. Esto provoca que su tiempo relativo vaya cada vez más lentamente lo que les permitirá conocer qué es lo que sucede al final del Universo...

   La Teoría de la Relatividad va mucho más lejos. Establece que la gravedad es una fuerza que curva el espacio-tiempo y lo deforma. Así, en las proximidades de una estrella muy masiva, hasta los rayos de luz son desviados pues, propagándose en línea recta no hacen sino seguir el espacio-tiempo curvado por los efectos gravitatorios de la estrella. El caso más extremo es un objeto que ha sido las delicias de los escritores de ciencia ficción y explotado hasta la saciedad: el agujero negro. Algunas estrellas son tan masivas que, al morir, se derrumban bajo su propio peso. La mayor parte de las grandes estrellas detienen su colapso, pero las mayores no pueden hacerlo y quedan reducidas a un punto que concentra toda su masa: una singularidad espacio–temporal, conocida vulgarmente como agujero negro. El nombre proviene del hecho de que nada de su interior puede escapar, ni si quiera la luz, que queda curvada sobre si misma. Si algo cae en su interior, no podrá volver a salir.

   Esto es una manera superficial de definir el fenómeno, aunque bastará para nuestro propósito. Resulta que una de las propiedades más fascinantes de los agujeros negros es que, en sus cercanías, el campo gravitatorio es tan intenso que el tiempo se ralentiza respecto de puntos más alejados, hasta llegar a detenerse justo en su frontera (horizonte de sucesos). Si de alguna manera pudiésemos colocarnos muy cerca del horizonte de sucesos y abandonarlo al cabo de poco tiempo, al alejarnos del agujero negro observaríamos que habrían transcurrido años, tal vez miles o millones de años. Todo depende de cuan cerca del horizonte hubiésemos estado y durante cuánto tiempo propio.

 

Un mundo fuera del tiempo

 

   En Un mundo fuera del tiempo de Larry Niven, el protagonista decide huir de la sociedad en la que vive viajando hacia el futuro en una nave a velocidades relativistas y utilizando técnicas de hibernación. El viaje de ida y vuelta por el centro de la galaxia le hace pasar accidentalmente cerca de un agujero negro, lo que provoca un desfase temporal inesperadamente elevado. Cuando vuelve a la Tierra han pasado varios millones de años y descubre un mundo completamente diferente en el que los seres humanos han logrado maravillas tecnológicas, pero sin embargo están al borde de la extinción.

   Algo parecido le sucede a uno de los protagonistas de Pórtico (Frederik Pohl) y su destino se conocerá en la siguiente novela de la saga de los Heechees: Tras el incierto horizonte (precisamente, un horizonte de sucesos). El uso de agujeros negros para esperar largos períodos de tiempo se toca también en posteriores novelas de esta serie.

La madre naturaleza nos enseña el camino...

   La hibernación no es una idea en absoluto descabellada: es un hecho. O al menos lo es entre algunos animales, como por ejemplo los osos, que en invierno se refugian en sus oseras e inician un largo sueño en el que su temperatura corporal desciende muchos grados y su corazón y pulmones funcionan a una velocidad inusitadamente baja. Cuando llega la primavera, despiertan "milagrosamente" como si nada hubiese pasado. El fenómeno es mucho más complicado que todo esto, pero en líneas generales así sucede.

   Por supuesto, alguien tenía que conectar este hecho con alguna aplicación práctica y así surgió la idea de la hibernación en los humanos que, a día de hoy y que se sepa, sigue perteneciendo al dominio de la ciencia ficción. No obstante, no parece haber ningún impedimento insalvable en el proceso y tal vez un día no muy lejano alguien consiga dormir a una persona, mediante drogas o tecnologías desconocidas para nosotros, y haga realidad el viejo sueño de tantos escritores. Este es, sin duda, uno de los métodos más simples de viajar al futuro: dormir, dejando que los años transcurran para el mundo, pero no para el durmiente. Dormir, tal vez soñar...

 

2.001. Una odisea
en el espacio


 

   En 2001: Una odisea del espacio de Arthur C. Clarke, la nave espacial que viaja con destino a Saturno (Júpiter, si hacemos caso a la película y novelas posteriores) lleva a sus astronautas hibernados y sólo son despertados cuando surge algún imprevisto. Este mecanismo, además de hacer soportable un viaje tan largo, permite ahorrar recursos en agua, alimentos y oxígeno. Claro que, tenga mucho cuidado de no dejar el control del sistema a un ordenador demasiado inteligente...

   Este sistema es utilizado en Cánticos de la lejana Tierra (Arthur C. Clarke), novela en la que se nos narra la evacuación de la nuestro planeta a causa de la conversión del Sol en una nova. También Gregory Benford, en A través del mar de soles, nos describe naves en las que la tripulación viaja hibernada y en que se aprovecha el ínterin incluso para producir todo tipo de cambios metabólicos en los humanos.

   Otro ejemplo lo tenemos por partida doble en Un abismo en el cielo de Vernor Vinge. Por una parte, la sociedad humana está escindida en dos clases, los que viven en la superficie de los planetas y los que viven en el espacio, viajando y comerciando incansablemente con los anteriores. Los primeros forman sociedades que tarde o temprano entran en crisis y acaban involucionando. Los segundos viajan por el espacio en naves relativamente lentas, pero sus sistemas de hibernación les permiten vivir miles de años. A su vez forman sociedades al estilo nómada que para reunirse establecen puntos de encuentro y se citan cientos o miles de años en el futuro.

   En uno de estos viajes descubren un planeta con un clima muy peculiar. Su estrella sufre períodos de actividad normales seguidos por otros de actividad muy reducida. En dichos periodos la superficie del planeta se enfría hasta temperaturas bajísimas, lo que provoca que la vida deba entrar en una fase forzada de hibernación. Al activarse el sol de nuevo, los arácnidos inteligentes que forman esa sociedad salen de la hibernación y reconstruyen los edificios que han resultado dañados y siguen evolucionando.

   De temática parecida es “Las llaves de diciembre”, de Roger Zelazny, en la que unos humanos hibernados se encargan de controlar el largo proceso de terraformación de un planeta, estando despiertos sólo durante breves espacios de tiempo.

   No obstante, la hibernación no siempre es querida. A veces, por accidente, un astronauta o tripulante de una nave queda congelado en el espacio y, al cabo de mucho tiempo, es encontrado y revivido. Éste es el argumento de 3001: Odisea final, de Arthur C. Clarke, donde uno de los protagonistas muertos en 2001 es reencontrado y devuelto a la vida un milenio después, excusa que utiliza el autor para describirnos ese mundo futuro. Algo parecido le sucede a uno de los protagonistas de El otoño de las estrellas, de Miquel Barceló y Pedro Jorge Romero. Aunque no siempre es un humano el hibernado. Por ejemplo, en “¿Quién anda ahí?”, de John W. Campbell, lo hibernado es un ente proveniente de otro planeta que ha sido hallado congelado en la Antártida y que, una vez vuelto a la vida, acaba convirtiéndose en una verdadera pesadilla.

   Los motivos por los que una persona puede querer ser hibernada son tan variopintos como los motivos por los que se quiere viajar en el tiempo. La mayor parte de las veces es por salvarse de una muerte inminente, debida a una enfermedad incurable, aunque la venganza y la curiosidad exploratoria no son ajenas a ellas. Así, en "Némesis", de Arthur C. Clarke, un despiadado dictador es hibernado con el fin de revivir en el futuro, cuando nadie se acuerde de él y poder proseguir así sus fechorías. Por desgracia, el dispositivo se estropea y despierta en un futuro increíblemente remoto, encontrándose con otro viajero del tiempo con unas ideas bastante claras de la ética a pesar del abismo temporal que los separa.

   La exploración y la curiosidad son los motivos que guían al protagonista de "El hombre que despertó", de Laurence Manning, que inicia una serie de relatos en los que un ex banquero decide explorar el futuro a fin de averiguar qué le depara a la raza humana, muy a la manera de Wells. El viajero va encontrando diferentes sociedades, todas ellas sorprendentes, no siempre tan diferentes de la actual, aunque sí lo suficiente como para despertar el sentido de la maravilla. En este relato, situado en un futuro bastante lejano, Manning ya anticipó la crisis ecológica y el agotamiento de los combustibles fósiles.

 

Entre los latidos
de la noche


 

   Aunque, posiblemente, aquella obra en la que la hibernación es utilizada con una finalidad de viaje en el tiempo más clara sea Entre los latidos de la noche, de Charles Sheffield, de la que poco podemos explicar sin estropear la sorpresa argumental.

   El despertar es un momento bastante crítico. El durmiente puede darse cuenta de que la época a la que ha ido a parar no se ajusta en absoluto a sus espectativas y puede sufrir un verdadero shock del futuro. Así sucede con el protagonista de Puerta al verano (Robert Heinlein), que decide agenciarse con una máquina del tiempo para volver al pasado. Puede suceder también lo contrario: el protagonista se da cuenta de que el mundo ha cambiado mucho, pero se rige por normas esencialmente similares a las de su época, pero es la Humanidad la que es diferente. Como en el bello relato "Saldo deudor" de M. Shayne Bell, que nos describe un mundo en que la enfermedad y hasta la fealdad han desaparecido y tienen un extraño valor intrínseco rayano con la morbosidad.

La inmortalidad

   No es nuestra intención hablar acerca de la inmortalidad ni de los efectos sobre la filosofía de la vida de uno de estos seres, sino más bien destacar aquellas obras en las que la inmortalidad se utiliza como sistema de viaje al futuro. Una persona que no muriese se iría desplazando por las sucesivas épocas históricas, siendo un observador más de cada una de ellas. Pero con el transcurso de los siglos, sería un individuo privilegiado: sería el único que las habría vivido todas y tendría la adecuada perspectiva histórica. Nuestro inmortal conocería posiblemente la verdad y no la historia embellecida por el paso de los años.

 

La nave de un millón de años

 

   La nave de un millón de años, de Poul Anderson, nos habla de unos seres inmortales inmunes a la enfermedad y al envejecimiento, que van pasando por las diferentes épocas históricas, desde el pasado remoto al lejano futuro, buscando en su soledad a otros seres semejantes. En "El hombre deforme", de L. Sprague de Camp, el protagonista es un Neanderthal que ha llegado hasta nuestros días por causas desconocidas incluso para sí mismo. También ha sido protagonista excepcional de la historia, aunque no de la gran Historia, sino de la pequeña, de la del día a día, y uno de los inventores más peculiares de la Humanidad, aunque nadie lo sepa.

   ¿Cómo se convierte uno en inmortal? En "La gruta de los ciervos danzarines" de Clifford D. Simak, la caída de un rayo otorga la inmortalidad a un Cromañón, quien al tener nuestra misma apariencia pasa inicialmente desapercibido. En este relato se trata el tema de la soledad que produce la inmortalidad, aunque el protagonista también explica alguno de los eventos históricos que ha presenciado.

   Para ser inmortal, en Computer connection, de Alfred Bester, hay que pasar por una muerte horrible. En esta novela, Bester nos habla de un heterogéneo grupo de personas provenientes de todas las épocas. Y con temática similar, Robert Silverberg nos presenta en El libro de los cráneos otro grupo de inmortales que ofrecen su secreto a unos pocos iniciados tras pasar por una muy dura prueba de admisión.

El tiempo es algo muy personal

   Igualmente, nos gustaría hablar acerca de cómo la ciencia ficción ha tratado la percepción temporal desde un punto de vista psicológico. En concreto de las percepciones temporales alteradas.

   Nuestra percepción temporal está focalizada en un presente continuo, pero la ciencia ficción también ha explorado otras alternativas. En "La ruta a trascendencia", de Alejandro Alonso, una nave espacial se estrella y provoca la alteración del espacio–tiempo. Esto hace que los habitantes de un pueblo cercano perciban el tiempo de forma diferente: su conciencia está distribuida en líneas temporales que se extienden tanto hacia el pasado como hacia el futuro, pero de manera cada vez más difusa. Pueden percibir el pasado y el futuro hasta un cierto límite de días.

   Uno de los relatos más originales sobre percepción temporal alterada es "El hombre en su tiempo", de Brian Aldiss, que aún formando parte de la antología Cronopaisajes comentamos aquí dado su interés argumental. En él se parte de la premisa de que el tiempo en Marte discurre de manera diferente al de la Tierra. Cuando un astronauta de la primera expedición humana al planeta rojo regresa a la Tierra, se da cuenta de que es capaz de percibir las cosas que van a suceder con varios minutos de adelanto, ya que vive todavía en la realidad temporal marciana. La originalidad radica en establecer que cada lugar del Universo tiene su propia temporalidad, como si de un desfase se tratase.

   José Carlos Canalda en "El hombre que se burlaba del tiempo" nos habla de un hombre que es capaz de trasladarse al futuro mentalmente de una manera portentosa: el sujeto sigue viviendo normalmente, pero no es consciente de ello. Cuando así lo decide, deja pasar horas, días o incluso años, apareciendo su conciencia al otro extremo, como si hubiese estado anestesiado.

   Una posible alteración de la percepción puede ser el poder ver las cosas a una velocidad diferente de la habitual. Este es el argumento del magnífico relato de Juan Miguel Aguilera, "El bosque de hielo", en el que unos seres tienen un metabolismo tan extraordinariamente lento que, para ellos, el paso de los siglos apenas si es un suspiro.

   Lo contrario, el poder ver sucesos normales como a cámara lenta, es un recurso algo folletinesco, más propio de superhéroes (recurso empleado al final de Compradores de tiempo de Joe Haldeman), pero que ha sido utilizado comúnmente en la literatura fantástica. Así, uno de los protagonistas de Herejes de Dune, de Frank Herbert dispone de dicha capacidad, al igual que la cyborg Mendoza en La compañía del tiempo de Kage Baker.

 

Lenta noche de un martes
en "Novecientas abuelas"


 

   No siempre sucede de esta guisa. "Lenta noche de un martes" de R. A. Lafferty es un brillante relato que nos describe un mundo poblado por gente cuya percepción temporal de la realidad es tan rápida, que en una sola noche pueden crearse y deshacerse emporios comerciales, matrimonios, carreras, modas... Con un ritmo trepidante y vertiginoso, Lafferty describe un mundo acelerado hasta tal punto que los humanos se han dividido en tres grupos en función de la parte del día que habiten.

   Finalmente, no podemos dejar de citar la fascinante novela de Christopher Priest –difícil de conseguir en castellano– El mundo invertido, en la que una ciudad se desplaza por un extraño mundo donde el tiempo se mide en millas y donde viajar al norte y al sur tiene unas consecuencias asombrosas. Todo tiene una causa perfectamente explicada, aunque lo mejor es descubrirlo mientras se lee.

La flecha del tiempo

   Tal vez una de las preguntas más interesantes que puede formularse sobre el tiempo es: ¿por qué podemos viajar al futuro pero no al pasado? Sin entrar en consideraciones filosóficas o física de alto nivel, podríamos decir que ESA es la dirección natural del tiempo, por lo que oponerse a ella es difícil o, muy probablemente, imposible.

   Hace unos años se popularizó la expresión flecha del tiempo para aludir a la "dirección" en que transcurre el flujo temporal. Es decir, de pasado a futuro. Tal cosa, que según nuestra experiencia nos parece de lo más natural, no lo es tanto cuando se analiza a nivel cuántico o a nivel de leyes físicas fundamentales. Nada en las ecuaciones que parecen gobernar el Universo parece indicar una dirección privilegiada en el tiempo y los sucesos cuánticos suelen ser reversibles; esto es, si los grabásemos en una película (por utilizar términos coloquiales) y los pasásemos en una u otra dirección, no seríamos capaces de decir cuál es la buena. En la realidad cotidiana, esto no pasa. El vaso cae y se rompe, pero jamás los fragmentos se funden espontáneamente y reconstruyen el recipiente original. Si fuésemos testigos de un tal suceso, probablemente creeríamos estar ante un fraude... o un milagro, por lo improbable del fenómeno.

   A fin de explicar este hecho fundamental del Universo se habla de flechas del tiempo. Una de las más significativas es la entropía: el desorden tiende a aumentar y los vasos se rompen, no se reconstruyen. Otra posible flecha del tiempo -tal vez relacionada con la primera- es la expansión universal originada en el Big Bang. También el tiempo psicológico transcurre en una dirección: "hacia adelante". Las causas van antes que los efectos (principio de causalidad) y nunca "recordamos" el futuro, sino el pasado.

 

La última pregunta

 

   La ciencia ficción ha jugado a veces con la flecha del tiempo. En la divertida novela de David Brin, El efecto práctica, la ropa, raída y deshilachada, se va regenerando con el paso del tiempo hasta ser completamente nueva; las espadas se desoxidan y los prisioneros encerrados en las celdas ven como el pan enmohecido acaba teniendo un delicioso aspecto de pan recién hecho.

   En el relato "Oh tiempo retrocede", de Damon Knight, toda la vida del protagonista pasa ante sus ojos del presente hacia el pasado. Y el eminente maestro del relato corto, Fredric Brown, ilustra la naturaleza de la inversión temporal en un brevísimo "El Fin" (o debiéramos decir "Fin El"). Y, por supuesto, no podemos olvidar citar el que está considerado como uno de los mejores relatos de Asimov: "La última pregunta", que cierra el ciclo de causalidad más largo jamás imaginado...

 

   Como hemos visto, el viaje en el tiempo ha fascinado durante décadas a científicos, escritores y filósofos. La propia naturaleza del tiempo ha sido objeto de profundo de debate durante siglos, así que no deja de ser notable que, a pesar de los grandes avances en la comprensión del Universo, siga siendo algo tan misterioso. Y mientras no se nos revele su verdadera naturaleza, la ciencia ficción será uno de los lugares favoritos para especular acerca de esta materia.

 

©2004 Francisco Javier Esteban (Sisko) y Enric Quílez (Yarhel)
para cYbErDaRk.NeT
Prohibida la reproducción sin permiso expreso del autor

    

2004-07-01 17:49   DD
Un articulo genial.

Sobre las referencias a la flecha del tiempo, no se si lo sabeis, exite un libro de Martin Amis titulado precisamente así: "La flecha del Tiempo" (Time's Arrow). En este se narra la vida del protagonista "al reves", empezando por su vejez y llegando a su juventud y infancia, descubriendo algunos scretos por el camino. Si no lo conoceis, os lo recomiendo.
2004-06-25 16:44   4solla
Opino lo mismo que Esquelario. ¡Cuántas cosas que hacer y qué poco tiempo!.
Sobre el artículo, creo que faltan algunos títulos dignos de mención, pero como referencia de lectura es más que válido.
2004-06-01 22:40   Marcosweb
No estoy muy de acuerdo, considerando que sí creo que se podria haber mencionado en la parte de la "Flecha del tiempo", donde si bien recordaras del relato, los eternos podian cruzar el tiempo en una u otra direccion... por eso creo que era oportuna la referencia... ahora, como tengo la mala costumbre de empezar a leer al revés, después lei el otro articulo donde si se menciona la obra...
2004-06-01 20:07   yarhel
marcosweb, eso es porque dicho libro no entra dentro de la temática del artículo ;) Mírate el otro artículo del especial (el de viajes en el tiempo, donde sí que aparece)
2004-06-01 18:47   Marcosweb
Me es ingrato el que no se mencione "El Fin de la Eternidad" de Isaac Asimov, un clasico sobre el control y las paradojas del tiempo... que mas puedo decir..
2004-05-31 13:29   esquelario

Muy interesante. Entran ganas de leer y leer y leer.